Una de las cuestiones más recurrentes en el ámbito de los centros educativos de ideario cristiano es la que se manifiesta una y otra vez con la más que razonable preocupación por la viabilidad de los mismos centros.

La viabilidad no se limita a un único aspecto y tenemos delante un reto al que hay que reconocerle una complejidad que se sustenta en una diversidad de elementos. Ahora queremos centrarnos en uno de ellos: el de la identidad que se nutre de la experiencia de la fe y los carismas institucionales.

La pregunta inevitable sin matices atenuantes es: ¿se puede ofrecer, y educar en un proyecto educativo sin contar con equipos directivos y educadores que sintonicen y se identifiquen con la fe, el carisma institucional y su espiritualidad, que justamente son la fuente del ideario inspirador de la propuesta educativa que se quiere impulsar con garantías de continuidad en el tiempo?

La apuesta por la viabilidad de nuestros centros, es decir, para que el futuro que ya ha llegado los encuentre activos, animados y vivos con una propuesta de calidad fundada precisamente en la identidad sugiere una serie de reflexiones que comparto sobre todo desde la propia convicción.

Parece más asequible, por ejemplo, sospechar la posibilidad de viabilidad con el dato satisfactorio de la matrícula conseguida en los procesos de escolarización que vislumbrar e interiorizar con auténtica convicción personal la necesidad de mantener viva la identidad como condición de futuro y como elemento cohesionador del claustro y equipos docentes.

En diferentes ámbitos y momentos he constatado un notable consenso en la apreciación según la cual entre el personal docente en general se da lo que la publicación de Escuelas Católicas “Escuela Evangelizadora” en la página 47 citando EG 14, denomina perfiles y que así los describe:

PERFIL 1
Personas identificadas con el carisma institucional, siendo una minoría significativa, y que vive la misión educativa como parte de su compromiso creyente.

PERFIL 2
Personas que, sin compartir de forma explícita la fe en este espacio comunitario, viven comprometidas con una parte importante de la misión educativa que desarrolla el centro. 

PERFIL 3
Personas que tienen un grado de vinculación menor, bien por desconocimiento, por indiferencia o incluso rechazo de algunos aspectos significativos relacionados con el ideario cristiano.

Quiero señalar como algo esperanzador y alentador que el perfil 1 aunque sea en minoría, y el perfil 2 que cuenta con un mayor número de personas que se ven reflejadas en él, son una realidad en muchos centros.

Una apuesta decidida, firme y coherente por la viabilidad fundada en la identidad no puede ser conformista y cerrarse al crecimiento y a la transformación. No basta contentarse con que una mayoría se siente a gusto con el “agua” envasada en botella (perfil 2) y que cuando se organiza la excursión hacia la “fuente” (perfil 1) de la que brota el “agua” las personas dispuestas a apuntarse para acercarse de alguna manera a la “fuente” lo sean en número minoritario. 

En la desconexión con la fuente se corre el riesgo de encontrarse con una cruda realidad: “El agua envasada se ha terminado”.

Desde mi punto de vista caben algunas actuaciones que considero posibles y que enumero:

    • Hablar claro y llamar a las cosas por su nombre dejando de lado temores, miedos al qué dirán, y posibles complejos.
    • Una buena dosis de transparencia y coherencia.
    • Ser respetuoso con cada una de las situaciones y procesos personales ofreciendo acogida y acompañamiento.
    • Ser inclusivos y crecer desde la diversidad de los perfiles existentes en cada centro, para afianzar así la vivencia de la identidad y poderla transmitir desde la alegría y como dice Francisco en Evangelii Gaudium “sin cara de funeral”.

Como ya se da en algunos casos, poner en marcha iniciativas formativas creativas y atractivas para todos y todas, atendiendo a la diversidad, que promuevan experiencias que favorezcan, por un lado, la apertura a la fe entendida no como, “una decisión ética o una gran idea, sino como el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (EG, 7), y por otro, el crecimiento en el conocimiento y vivencia del carisma. 

Bernat J Alemany Ramis