En la era de la inmediatez, donde lo Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo nos marca el ritmo de vida, se hace inevitable pensar en lo utópico que resulta ese bonito proverbio africano que esconde mucha certeza, “Si quieres llegar rápido ve solo, si quieres lejos ve acompañado”.

Se suele hablar con facilidad de la importancia de vivir fraternalmente, pues la unión hace la fuerza. Las palabras son luz y nos sostienen muchas veces, es cierto, pero si se quedan con forma de bonitas intenciones, seguiremos caminando hacia callejones sin salida. De esto tenemos trágicas vivencias recientes, donde todo un planeta estaba convencido de que “de esta saldremos mejores”. Dos años después de este convencimiento global, sabemos que esto al final no fue del todo cierto.

Es la importancia de las palabras junto a los hechos. 

Precisamente por esto, cuando nos encontramos en el centro de una vorágine sanitaria, política, educativa y social, cuando la seguridad y la esperanza parecen volverse efímeras e inestables, es un soplo de aire fresco la aparición de iniciativas inesperadas que ayudan a que lleguemos lejos, juntos, acompañados.

Así es el proyecto “+ cErCa”.

Esta iniciativa apareció en el momento más apropiado, como bocanada de aire que renueva. Con una forma aparentemente sencilla pero un fondo profundo y evangélico, la intencionalidad del proyecto queda clara desde su nomenclatura, “+ cErCa”.

Los últimos años están suponiendo para nuestras comunidades educativas, una sobrecarga física, psicológica y emocional que parecen insostenibles en muchas ocasiones. Tenemos la sensación, no sin fundamento, de que en cualquier momento puede surgir una nueva situación inesperada a la que dar respuesta desde lo más profundo de nuestra vocación y esencia cristiana. Así es actualmente el día a día en nuestros centros, convulso.

Nos estamos malacostumbrando a vivir en tensión ininterrumpida. 

Es por esto que la propuesta que nos lanza Escuelas Católicas supone una clara manifestación de cercanía en tiempos de mascarillas, de encuentro en días de distancia y videoconferencias, de diálogo en época de antagonismo y de unión de esfuerzos para hacer frente al individualismo. 

Esta “cultura del encuentro”, a la que nos invita una vez más papa Francisco con el reciente “Pacto Educativo Global”, es una firme declaración de intenciones donde el diálogo y la unión de esperanzas y acciones hacen que los medios, los cómo, se transformen en fines, los para qué. Responde por tanto a la urgente necesidad de pasar de palabras a hechos.

Hoy en día la escucha es un bien preciado. Acostumbrados a dar respuestas antes de que sean formuladas las preguntas (síntoma de esa inmediatez consecuencia del entorno VICA), se valora la voluntad de prestar atención a los intereses e inquietudes, tanto los compartidos como los particulares, de todos los que conformamos la educación católica. Esta iniciativa parte de la escucha empática, de la búsqueda de sinergias educativo-evangelizadoras y de una apertura sincera a compartir cargas y caminar en modo futuro.

Para quienes ya hemos vivido la experiencia de este encuentro cercano afanado en la unión de esfuerzos, intuimos que no es casualidad que el nombre elegido para el proyecto comience con un bonito símbolo: +. 

El doble significado, un Más con esencia de Cruz, inspira en estos días, donde aún resuenan cercanos los ecos de la Semana Santa y la Pascua, fortaleza, renovación y esperanza.

Por todo esto se agradece que, en tiempos de sísmico presente, existan propuestas como la de Escuelas Católicas que animan a entablar relaciones colaborativas, fortaleciendo la unidad y la proximidad, haciendo real ese llamado de papa Francisco que, desde su “Encíclica Laudato Si”, nos “invita a trabajar juntos para salvaguardar nuestra casa común, afrontando juntos los desafíos que nos desafían”.

No es tarea sencilla la que tenemos por delante, pero tenemos la certeza de que llegaremos lejos, porque lo hacemos bien acompañados.

Izaskun Capataz Colás
Directora General y de Innovación Pedagógica
Fundación Educativa Franciscanas de la Inmaculada