En una reflexión que una alumna china y budista realizó para la clase de Religión Católica, escribía que ahora los jóvenes no le dan importancia a Dios y que para ella sí es muy valioso poder plantearse cosas sobre él. Llama la atención que nuestros alumnos musulmanes o budistas consideren a Dios significativo para ellos y que los “nacionales” no lo sientan así.

Aquí se visibiliza la necesidad de la Escuela Católica en España. Es una de las pocas puertas abiertas que tenemos como Iglesia para acercarnos a personas -alumnos, familias, trabajadores- y poder mostrar la belleza del Evangelio. Hablamos mucho de la necesidad de acercarnos a los alejados pero no hay proyectos concretos que hagan real este deseo. Eso sí, esto nos supone una gran responsabilidad como colegios. No podemos dar por supuesta la evangelización, sino que tendremos que valorar hasta qué punto ofrecemos la alternativa de Jesús a la comunidad educativa y lo hacemos de manera significativa para ellos. Porque haya un equipo de pastoral en el centro y tengamos una programación evangelizadora no significa que nos estemos acercando a los alejados.

Pero nuestros colegios no solo tienen sentido para nosotros mismos, hacia dentro de la Iglesia. Cada vez más psicólogos y psiquiatras asumen que la dimensión espiritual es propia de toda persona. Unos podrán tenerla más desarrollada que otros, pero esta dimensión existencial o trascendente forma parte de cada uno de los seres humanos de este planeta. Eso significa que si realmente buscamos que nuestra educación sea integral, debemos incluir este ámbito espiritual en nuestro proceso de enseñanza-aprendizaje. Y esto lo podremos hacer, unas veces de manera confesional -es decir hablando expresamente del Dios de Jesús de Nazaret- y otras intentando acercarnos al inmenso Misterio de Dios, sin ponerle apellidos. Acercarnos al Misterio de Dios es atisbar el Misterio de la Vida y esto es significativo y necesario para todos los alumnos. Cuando realmente lo hacemos, los niños y jóvenes vibran con estos temas.

La mirada que aporta la reflexión cristiana a cuestiones psicológicas, sociales, científicas o filosóficas no puede soslayarse. Nos damos cuenta de que, cada vez más, los retos que tiene la humanidad son de una complejidad mayúscula y necesitamos soluciones que abarquen distintos ámbitos, lo más enriquecidas posibles, y aquí la teología y la praxis cristianas pueden aportar mucho.

Asimismo, cada vez hay más inmigrantes y alumnos con necesidades educativas especiales en nuestros colegios. Esto supone un auténtico regalo para nuestros centros porque nos ayudan a ser más fieles a nuestro ideario y carisma. Deberíamos ser especialistas en el acompañamiento de estos chicos y chicas. Tenemos que seguir intentando que nuestros centros educativos estén al servicio de los alumnos y familias que tienen más dificultades. Aquí también nos encontramos con niños y niñas que no tienen problemas económicos ni sociales, pero tienen grandes dificultades personales: depresión, intentos de suicidio, autolesiones, acoso. El trabajo cuidadoso y atento con cada uno de estos alumnos da sentido a nuestros colegios y a la labor de los docentes en él. Este es un servicio a la iglesia y también a la sociedad del siglo XXI.

Los colegios cada vez somos más cuestionados. Desde un entorno enormemente secularizado, con unas leyes que buscan minimizar nuestra presencia, e incluso desde dentro, en nuestras congregaciones religiosas. La falta de vocaciones nos hace plantearnos la continuidad de los colegios por no poder atenderlos de la manera en que siempre lo hemos hecho. Por eso es esencial tener claro y visibilizar el sentido de nuestros colegios  para tenerlo en cuenta en las decisiones difíciles que tenemos que ir tomando ahora y en el futuro.

Equipo de titularidad
Colegios Capuchinos de España