La evolución de los datos de escolarización en el periodo 11/12 a 20/21 nos muestra una clara tendencia al alza de las enseñanzas de Formación Profesional. En dicho periodo, la matrícula en Grado Medio y Grado Superior creció un 20,1% y un 45,8% en la modalidad presencial, y un 279,6% y un 292,4% respectivamente en la modalidad a distancia. En el conjunto de las enseñanzas de FP la matrícula creció en 287.825 alumnos, que supuso un crecimiento del 41,1%. Teniendo en cuenta que el conjunto de la enseñanza no universitaria creció en 292.047 alumnos, un 3,69%, resulta que la FP contribuyó en un 99% a dicho crecimiento, e hizo que el peso relativo de la FP en su conjunto pasara del 8,8% al 12,2% en el periodo analizado.

Por otro lado, la evolución de las tasas de abandono educativo temprano nos muestra una paulatina reducción durante el mismo periodo. En 2011, dicha tasa era del 31% de hombres y del 21,5% de mujeres. En 2020 se había reducido hasta el 20,2% y el 11,8% respectivamente.

Estas tasas son las mayores de la UE-27, que tiene de media el 11,6% en hombres y el 8% en mujeres, lo cual indica que existe un largo camino todavía por recorrer y que, por cierto, existe una significativa brecha de género en España, que también es la mayor de toda la UE-27, y de la que no se habla.

Estos datos muestran una correlación entre el incremento del alumnado de FP y la disminución de la tasa de abandono temprano, y que existe todavía un margen importante de crecimiento. Esta situación en España coexiste con la necesidad acuciante que tienen las empresas de trabajadores cualificados. Por otro lado, la rápida y acelerada evolución de las distintas profesiones hará que cualquier trabajador deba pasar a lo largo de su vida laboral por sucesivos procesos de aprendizaje y reciclaje, y que hará muy necesaria la presencia de instituciones educativas capaces de proporcionar dicha formación.

Esta formación, y muy especialmente en la etapas iniciales, deberá tener muy presente el mundo de los valores, como bien ilustraba Francisco López Rupérez, en el estudio “Valores y éxito escolar. ¿Qué nos dice Pisa 2015?”, que mostraba empíricamente la relación existente entre principios de naturaleza moral y el éxito escolar. Esta relación se ve reforzada por la importancia creciente de las habilidades no cognitivas y las exigencias de la empleabilidad en el siglo XXI. Tenacidad, diligencia, constancia, grandeza de ánimo, autocontrol, paciencia, autoestima, empatía, etc., influyen decisivamente en la capacidad de actuar. El Comité Consultivo Empresarial ante la OCDE (BIAC) en su informe “Business Priorities for Education” incorpora la formación del carácter como uno de los elementos básicos del currículo del futuro. Asimismo, la CEOE en su libro blanco de educación señala la necesidad de que el currículo logre el desarrollo de estas virtudes y los objetivos de esa componente sustantiva de la educación del futuro. En definitiva, estas cualidades son y serán imprescindibles para la formación en cualquier campo de conocimiento y para mejorar el nivel de empleabilidad.

En este sentido, los centros de Formación Profesional de Escuelas Católicas tienen una posición privilegiada. No se limitan a la capacitación profesional de trabajadores, sino que se centran en la formación integral de personas que trabajan o trabajarán en el futuro. Por tanto, ya no solo importa “qué” ciclo se estudia, sino también “dónde” los estudias, porque el centro y su proyecto educativo, con su escala de valores, es un factor tan importante como el ciclo profesional cursado. En definitiva, la escuela católica en su conjunto tiene en la Formación Profesional una oportunidad y un reto apasionante que le permite poner su vocación y su dilatada experiencia al servicio del bien común y de las necesidades que hoy tiene la sociedad española. Esperemos que las distintas administraciones, sin prejuicios, sepan aprovechar y potenciar esta contribución.

José Antonio Poveda González
Secretario Regional de Escuelas Católicas de Madrid
@joseanpoveda