En una de sus primeras intervenciones -curiosamente dirigida a “todos los cartoneros del mundo” que habían podido reunirse en el Vaticano invitados por él- el papa Francisco recordó que una parte importante del alimento mundial se desperdicia. Y señalaba:

“Hoy en día no podemos darnos el lujo de despreciar lo que sobra. Vivimos en una cultura del descarte, donde fácilmente hacemos sobrar no solo cosas, sino personas. Ustedes saben que, con el alimento que se tira, se puede dar de comer a toda la gente hambrienta del mundo. Hay que crear conciencia de que no se desperdicie el alimento. Hay chicos que pasan hambre” (5-12-2013).

La reflexión de Francisco es certera, si existen en el mundo el hambre y la malnutrición no es por falta de alimentos, sino porque los 850 millones de hambrientos y desnutridos que cuantifica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), no pueden acceder a ellos. Los expertos estiman que se pierde un tercio de los alimentos producidos cada año y que la agricultura del planeta podría dar comida al doble de los 8.000 millones de seres humanos que actualmente lo habitamos. Y si bien el hambre azota, sobre todo, a algunos países económicamente poco desarrollados, también en nuestro país este problema es significativo. Un estudio reciente de la Universidad de Barcelona concluía: “Dos millones y medio de hogares españoles no tienen acceso a diario a alimentos sanos y nutritivos”. Esto supone más de seis millones de personas.

En este contexto, un grupo de personas del barrio de Pan Bendito (en el distrito madrileño de Carabanchel), inspirándonos en una experiencia que ya lleva tiempo funcionando en el barrio de Tetuán, hemos puesto en marcha el proyecto “Refood Pan Bendito” para reducir el desperdicio alimentario y, además, hacer llegar esos alimentos que “sobran” a quienes puedan necesitarlos, que en nuestro barrio son, desgraciadamente, muchos.

La idea es sencilla. Nos dirigimos a entidades que pueden tener excedentes alimenticios (en este momento el Colegio Vedruna, la cafetería de ESCUNI, el Centro de Personas Mayores “La Rosaleda” y una panadería del barrio) para que nos entreguen la comida que ha sobrado en ese día y, posteriormente, se distribuye en el local de una de las voluntarias del proyecto -Elda- que tiene un establecimiento de productos de repostería y para impartir talleres de cocina. Como estamos empezando (este es el primer curso), la actividad se realiza solamente los martes, aunque nuestra intención sería llegar a cubrir de lunes a viernes.

En la práctica, la actividad se realiza con dos grupos de voluntarios. El primero, recoge la comida de 16.00 a 17.30 horas, registrando su origen y características, para poder hacer una trazabilidad correcta del alimento -desde su recepción hasta su entrega- y garantizar que se respete la cadena del frío. El segundo grupo de voluntarios se dedica a organizar el reparto desde las 17.30 hasta las 19.00 horas, aproximadamente. Una característica propia de Refood Pan Bendito consiste en el propósito de romper el tradicional esquema donantes-receptores, por lo que se refiere a la distribución de los alimentos. Por eso, los destinatarios de la comida participan también en la recogida y en el reparto. Consideramos más adecuado el esquema basado en compartir de manera recíproca, al basado en que unos den y otros reciban.

En este momento, tenemos dos serios desafíos: aumentar el número de entidades donantes y el de voluntarios. Por eso, nos estamos dirigiendo a restaurantes, pequeñas tiendas de productos frescos, residencias, centros de mayores y colegios. Precisamente, Carabanchel es denominado “el pequeño Vaticano” por el alto número de colegios de inspiración cristiana que hay en la zona, en su mayoría concertados. Cuando nos hemos dirigido a ellos, casi siempre ha ocurrido que la dirección del centro ha acogido la iniciativa, muy positivamente, por los valores sociales y educativos que implica. Sin embargo, como la mayoría de los centros tienen contratados los servicios de comedor con empresas especializadas, estas ven problemas a la puesta en marcha del proyecto. En primer lugar, porque supone una alteración de las rutinas y protocolos que tienen establecidos (en particular, muchas empresas atienden a varios centros y son reacias a hacer algo distinto en uno de ellos). En segundo lugar, por los riesgos jurídicos derivados de que el alimento que sale del colegio pueda sentar mal a alguien, dando lugar a alguna reclamación o denuncia. Para evitar este potencial problema, Refood Pan Bendito firma un acuerdo con las entidades donantes por el que asume íntegramente las responsabilidades derivadas de la gestión de los alimentos desde el momento en el que son recogidos en cada entidad.

Se trata de una iniciativa muy sencilla que aúna la sensibilidad ecológica -evitar el despilfarro de recursos valiosos-, con la social -que ciertas personas puedan comer un poco mejor-. Como escribo en este caso para Escuelas Católicas, me parece oportuno destacar que este proyecto posee un claro valor educativo que entronca con nuestra identidad cristiana y que, por su sencillez técnica y claridad de objetivos, puede ser un espacio muy propicio para iniciar a adolescentes y jóvenes al compromiso voluntario. Su dominio de las tecnologías de la comunicación nos viene muy bien para la gestión de todo el proceso. De hecho, necesitamos que se incorporen al proyecto para poder acabar cubriendo la semana entera.

La experiencia, hasta ahora, ha tenido un valor de solidaridad y fraternidad muy superior al calórico, vitamínico o proteico entre la docena de personas participantes; su mayor valor es simbólico. No podemos permitirnos desechar ningún alimento en nuestro mundo. No en vano somos seguidores de alguien que dijo: “Dadles vosotros de comer” y que consideraba bienaventurados para Dios tanto a los hambrientos de pan como a los de justicia.

Pedro José Gómez Serrano