El tiempo va pasando y, como en esos anuncios en los que las hojas del calendario van cayendo, así transcurren los meses. Para los que estamos en pastoral, el tiempo pasa, si cabe, más rápido. Parece que vivimos adelantados al momento en el que estamos. Para nosotros, San Francisco empieza en septiembre, Adviento en octubre y la Cuaresma comenzó mucho antes del Miércoles de Ceniza.

A primeros de febrero tuvo lugar la primera de las tres Jornadas de Pastoral que Escuelas Católicas organiza cada año. Fue una mañana inspiradora, ilusionante e incluso, en algún momento, curativa. Una de las muchas frases con las que me quedo de esa mañana fue cuando Óscar Alonso nos decía que debemos “trabajar por una pastoral cuidada, cuidadosa y cuidante, una revolución de los cuidados”. Por eso mismo, por el hecho de que el cuidador se adelanta y prepara, desde la pastoral, los equipos se desviven por transmitir, por buscar, proponer y facilitar experiencias para que cada uno de los miembros de la comunidad educativa pueda vivir esos tiempos acompañado, cuidado, querido.

Decía otra de las ponentes, Loli García, que a veces “estamos esperando tener tiempo para reconectar, para nosotros, pero no nos damos cuenta de que el tiempo es vida y es ahora”; estar en clase es tu tiempo, estar en el trabajo es tu tiempo, disfrutar del ahora, vivirlo plenamente hace que preparar lo que se va a trabajar posteriormente sea también nuestro tiempo, igual que lo es cuando ya lo estamos viviendo.

Con nuestros chicos y chicas pasa algo parecido. Nuestros niños tienen ‘ídolos’ adolescentes y somos testigos, a veces, de actitudes, juegos y comentarios alejados de su edad; y nuestros adolescentes viven también, en ocasiones, adelantados a su tiempo. Es fundamental acompañarlos para que sean capaces de vivir ese ahora, disfrutar de lo que tienen, ayudarles a comprender lo que, a veces, se hace incomprensible o simplemente estar ahí para que aprendan que cada día es su momento, su tiempo y su vida, y que lo que tenga que llegar, llegará desde lo que hayan hecho con cada uno de esos momentos.

La última de las ponencias fue como la guinda del pastel y de todo lo que Diego Cuevas transmitió me quedo con las claves que se dieron para poder acompañar, y que nos pueden iluminar en este tiempo de Cuaresma, que es también, tiempo de acompañar y cuidar. Si queremos que nuestros niños y niñas y nuestros jóvenes vivan en una actitud de Resucitado, en actitud de salida, deberemos acompañarlos para que se sientan vivos, entusiastas, alegres, comprometidos, se abran a nuevos retos, sueñen en grande y salgan a volar. Para ello nos tendrán que ver optimistas y alegres, tendrán que ver que tenemos a Jesús como referente, necesitarán tiempo para la interioridad, tiempo de oración y constatar que estamos con ellos desde la fragilidad y la vulnerabilidad.

Tiempo de Cuaresma, tiempo, pues, de vida, de cuidar, acompañar y vivir en actitud de Resucitado.

Cristina Bueno Virgós
Responsable del Área de Pastoral
Fundación Educativa Franciscanas de Montpellier