Bajo el lema que da título a estas líneas, los centros educativos de la Fundación Escuela Teresiana en España nos unimos hace ya dos años a la convocatoria que hacía la Compañía de Santa Teresa de Jesús a todas las instituciones educativas teresianas en Europa, América y África para adherirnos al Pacto Educativo Global que el papa Francisco relanzó después de la pandemia, precisamente un día 15 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús.

Fueron muchos los encuentros, reuniones y acciones que marcaron el camino de este proceso, pero, más allá de una línea cronológica de todos los espacios de participación de los distintos organismos escolares teresianos que promovieron y animaron esta iniciativa, nos gustaría resaltar lo que ha significado para nuestra escuela, agradecer la riqueza del camino hecho con otros y, por último, compartir desde nuestra realidad una reflexión sobre la incidencia en nuestros entornos más cercanos. De hecho, valorar la incidencia en lo local, evaluando los pasos que hemos dado y que seguimos dando nos parece clave para continuar trabajando en este proceso, aunque no siempre es fácil acercarse a la realidad de cada uno de nuestros centros para conocer el grado de consecución de los objetivos que en su día nos marcamos como institución y que debían verse hechos realidad en el aula. 

Pero comencemos por el principio. Durante el curso 2020-2021, representantes de la Fundación, junto con otras instituciones educativas teresianas de Europa, América y África, invitados por la Compañía de Santa Teresa de Jesús, mantuvimos diferentes encuentros para diseñar una estrategia de conocimiento, adhesión y compromiso al Pacto Educativo Global. Para nosotros, era importante compartir con nuestras comunidades educativas este proceso en el que nos hallábamos inmersos y que debía tener un efecto multiplicador para dar a conocer el contenido del pacto. 

Las campañas en redes sociales, en las webs de los centros así como un número elevado de actividades compartidas y diseñadas para el alumnado, los educadores y las familias, fueron el primer paso en esta etapa de conocimiento, unión y compromiso que llevamos a cabo con otras instituciones educativas que comparten nuestro carisma, primer hito a destacar en el que nos reconocimos como Familia Teresiana con un objetivo común alineado con el llamamiento del Papa, que ponía en valor y actualizaba algunas de las opciones y prioridades que, como instituciones educativas teresianas, hemos asumido en los últimos años. Este proceso culminó con la lectura del manifiesto de adhesión en el que afirmamos nuestra creencia en que “la educación es una de las formas más efectivas de humanizar el mundo y la historia y desde ahí, queremos contribuir para que el mundo sea un lugar más digno para todos”. 

Concretamos esta adhesión con tres objetivos que han marcado los procesos y líneas educativas en nuestros centros desde ese momento, conectando la llamada del Papa con nuestra propia propuesta educativa teresiana y con líneas pedagógico-pastorales que ya habíamos comenzado a trabajar y que identificamos rápidamente como una riqueza que nos ayudaría a perseguir esta meta. Así, nos comprometimos a asumir los principios y valores del Pacto Educativo Global y llevarlos a la práctica en nuestra vida cotidiana, dentro y fuera de los centros; nos planteamos modos de reimaginar nuestra manera de educar a las nuevas generaciones, en consonancia con lo que es nuestro perfil de salida del alumnado y por último manifestamos nuestro compromiso con la creación de alianzas y redes con otras instituciones y organismos para promover la cooperación, el diálogo y la participación. 

Nuestro trabajo con los equipos directivos, educadores y familias relacionado con la ciudadanía global, el proceso de sinodalidad en el que también estamos inmersos y las claves de nuestra educación teresiana que hablan de la persona y su dignidad como centro de nuestra acción, del encuentro, la colaboración y la apertura al otro, de las relaciones de reciprocidad y corresponsabilidad entre hombres y mujeres, del concepto de familia como lugar de crecimiento vinculada a la escuela, de la transformación social y de la ética del cuidado, nos presentan como institución comprometida que trabaja para que la educación sea un instrumento al servicio de una nueva humanidad más fraterna e inclusiva que asegure una vida digna para todos. Pero las palabras son palabras y como tales permanecen, si no se les da “cuerpo” en el que apoyarse. “(Obras quiere el Señor”, diría Santa Teresa). Si, además, esas obras no están integradas en el tejido de los centros educativos y se quedan relegadas a actividades más o menos testimoniales en momentos determinados, no estaríamos cumpliendo con el objetivo de educar con el sentido que queremos, aunque no hay duda de que todas ellas suman al proyecto. 

Por esto, y con el convencimiento de que podemos lograr mucho más y que el camino es largo y difícil, sintiendo la llamada que se nos hacía en un momento de incertidumbre, de cambio de paradigma y de convulsión social, comenzamos en el curso 21-22 estableciendo como objetivo anual para toda la Fundación: “Como ciudadanos globales queremos participar en la transformación de la realidad, experimentando, protagonizando y colaborando con otros en la construcción de otro mundo posible y necesario”. 

Concretamos este objetivo en cada centro mediante líneas de acción que tuvieran como foco las competencias que queríamos que nuestro alumnado pusiera en juego, competencias tales como el conocimiento de la realidad local y global, habilidades sociales y de comunicación, proactividad, conocimiento del medio social y de su transformación, pensamiento crítico, empatía y comprensión. Todas las Programaciones Anuales de los colegios de la Fundación recogían líneas de acción y medios concretos para cumplir con el objetivo. 

Paralelamente, en ese momento nuestros colegios se adhieren al pacto desde la propuesta “Juntos somos luz” de Escuelas Católicas. Desde esa adhesión, trabajamos en los centros cómo ser luz para el Pacto Educativo Global desde nuestro carisma, profundizando en las áreas de trabajo y reflexión propuestas por el Papa y vinculando la propuesta de trabajo que nos ofrecían al taller carismático anual para los educadores en el que se les invita a reflexionar, profundizar y actualizar la figura de nuestro fundador Enrique de Ossó. 

El curso 22-23 comenzó con el mismo objetivo, aunque se dio especial relevancia a la idea de la construcción de otro mundo CON OTROS. Desde el inicio y mediante una jornada preparada para todos los centros, se invitó a los educadores, a reflexionar sobre la relación entre la ciudadanía global y la “CUIDADANÍA”, con lo que este término conlleva de necesidad de salir de la autosuficiencia y abrazar la vulnerabilidad, de asumir éticas compasivas y entender el cuidado no como benevolencia, sino como exigencia política, todo ello “empastado” con nuestro compromiso con el pacto educativo global. 

De la misma manera que el curso anterior, los centros educativos de la Fundación concretaron líneas de acción para trabajar con los alumnos y familias este nuevo concepto de ciudadanía, que lanzamos como propuesta que podía integrarse en el aula, tanto en el ámbito pedagógico como en el pastoral y en el trabajo con los claustros aprovechando, además, que nuestra apuesta en el ámbito pedagógico-pastoral está basada en el uso de metodologías de transformación social que se promueven en nuestros colegios ya desde hace unos años. Nuestra adhesión, tanto al movimiento Design for Change, como a la Red Española de Aprendizaje y Servicio ha facilitado este objetivo y nos ha ayudado a poner en marcha lo que consideramos un proyecto arraigado en la institución y muy en consonancia con el PEG. 

No queremos dejar de destacar lo que supuso también para nuestro compromiso como institución y nuestro camino por el Pacto, la llamada del Papa a “caminar juntos por una Iglesia Sinodal en comunión, participación y misión». La Fundación vivió esta invitación a implicarnos en este proceso como oportunidad para seguir impulsando el Pacto Educativo Global integrando estas distintas llamadas. El Pacto Educativo Global nos invitaba y nos invita a generar alianzas, a dialogar con otros sobre el futuro que deseamos. El proceso sinodal nos abrió a desear ese otro modo de ser Iglesia que está necesitando el momento actual. 

Y no hay mejor modo de multiplicar este deseo y hacerlo realidad en nuestros centros que implicar, formar y alinear en este camino a los que son hoy líderes en nuestra institución. Por ello, nos unimos como partners a la financiación e implementación del programa de formación en “Liderazgo de discernimiento para organizaciones eclesiales” con la Universidad de Comillas que tiene como reto el fortalecimiento institucional desde la propuesta sinodal del Papa en diálogo con las nuevas teorías y prácticas de liderazgo. Su objetivo principal es llevar adelante la misión de la Iglesia en el contexto actual y responder a ella desde nuestros carismas particulares. 

A día de hoy, los miembros del equipo titular de la Fundación hemos participado en este programa junto con muchos otros líderes de instituciones y organismos eclesiales y pretendemos dar continuidad a este compromiso formativo con los que son hoy y serán líderes en los equipos directivos de nuestros centros para crear la cultura organizacional necesaria que esté comprometida con la misión, visión y valores de la Iglesia, que nos pide salir de nuestra autorreferencialidad para trabajar y soñar con otros. 

En esta clave, y aun sabiendo que muchos de los procesos y acciones que ya llevábamos a cabo están en consonancia con la finalidad del Pacto Educativo Global, es en la nueva planificación estratégica de la Fundación para los próximos cuatro años, donde se establecen metas y líneas estratégicas que pretendemos desplegar para trabajar con una mayor intencionalidad las claves del pacto, integrándolo con el proceso sinodal en el que estamos inmersos. 

Esta planificación, que se ha hecho desde el discernimiento y la participación de todos los implicados (Equipos directivos, educadores, familias, alumnado, equipo titular y Patronato), es el punto de arranque, o eso esperamos, de lo que queremos implementar en nuestros centros para que el pacto se haga realidad y no se quede en un titular más para nuestras webs. 

Temas como la elaboración de un plan de acción social vinculado al currículo, la participación del alumnado, la generación de alianzas con otras instituciones y organismos, la promoción del voluntariado o de una cultura de la sostenibilidad y conciencia ecológica en la institución serán el centro de nuestra misión, de manera muy explícita, durante el próximo curso y los que vengan detrás. 

Vivimos esta nueva planificación estratégica como OPORTUNIDAD y REGALO de Dios. Los indicadores que marcarán la consecución de nuestros objetivos para estos años, nos servirán de guía para desandar caminos, comenzar otros y repensar, actualizar y lanzar nuevas propuestas que pongan de manifiesto en nuestros centros la pasión de educar para hacer posibles los grandes cambios sociales que vivimos en estos tiempos convulsos, como hizo Enrique de Ossó. 

Es el momento de poner todas nuestras energías en la educación de nuestros niños y jóvenes. Sabemos que, hoy más que nunca, es necesario que se pongan al servicio de la comunidad con responsabilidad, ampliando su visión desde lo local hacia lo global. Debemos impulsar en nuestros centros el compromiso de todos para reconstruir una sociedad que ponga en valor y fortalezca la dignidad de todos. Asumimos para ello, como teresianos y como miembros de la Iglesia, la invitación que recibimos ya en el siglo XIX: 

“¿Qué falta, pues? Concertarse, unirse, acercarse los corazones que creemos en el poder transformador de la educación y poner manos a la obra (…). Conciértense dos amigos y pónganse en comunicación”. (San Enrique de Ossó) 

Equipo Titular Fundación Escuela Teresiana