Dijo el lingüista Noam Chomsky que “la ignorancia humana se muestra en dos grandes terrenos: el de los problemas que no se saben resolver y el de los misterios que no se pueden aclarar”. Al hilo de esta idea, el premio nacional de Neurobiología Clínica, Javier Tirapu, afirmó que el cerebro ha dejado de ser un misterio para empezar a ser un problema. Bien entendida, esta afirmación encierra una gran noticia puesto que, si la comprensión del cerebro es un problema, que efectivamente lo es, significa que podremos solucionarlo.

La Neurociencia es una ciencia cuyas conclusiones están aún en pañales en muchos campos, no en vano, Ramón y Cajal formuló la teoría neuronal hace poco más de un siglo, sin embargo, algunas de sus conclusiones son tan relevantes que desde el campo de la docencia existe una inquietud grande por saber exactamente cómo aprendemos y cómo es más conveniente tratar de enseñar. En este afán, hace años que empezaron a sonar conceptos como la memoria de trabajo, la inhibición, la atención… que pertenecen al grupo de las conocidas como funciones ejecutivas.

Cada una de las decisiones que tomamos, los pensamientos que tenemos, nuestras reflexiones, sentimientos y acciones están dirigidas por la inteligencia ejecutiva. Esta se encarga de procesar la información que recibimos y elaborar una respuesta ante ella. Se trata de un proceso similar al que hace la mesa de mezclas de un DJ, por un lado llega el sonido y, en función de los parámetros que disponga el ecualizador, sale más agudo, grave, lento o con eco. Así, cada vez que tomamos una decisión, lo hacemos ecualizando las funciones ejecutivas de un modo concreto. La gran noticia es que las funciones ejecutivas son conscientes y, por tanto, entrenables y susceptibles de mejora. Es decir, si nuestros alumnos emiten respuestas incorrectas porque son incapaces de concentrarse, de planificar y ejecutar acciones dirigidas a una meta, de inhibir estímulos o simplemente de pensar sobre su aprendizaje, la gran pregunta resulta ser: ¿Qué estrategias puedo seguir como docente para hacer de mis alumnos buenos pensadores?

Este fue el marco en el que se centró la jornada de Escuelas Católicas Funciones ejecuTICvas donde cerca de 100 docentes de toda España compartieron ponencias y talleres para, por un lado, conocer más profundamente las implicaciones que tienen las funciones ejecutivas en el aprendizaje y, por otro, descubrir qué herramientas TIC son más útiles para desarrollarlas en el aula. Todo esto centrado en los alumnos con Necesidades Educativas Especiales.

Conocer lo que la neurociencia aporta al aprendizaje es una de las claves que revoluciona la escuela en su conjunto. Cuando, por poner un ejemplo, un alumno con TDAH es incapaz de centrar su atención durante un período corto de tiempo y eso le lleva a fracasar como estudiante, es importantísimo que los docentes con los que se encuentre conozcan y dominen estrategias que, bien dirigidas, puedan hacerle mejorar su capacidad de atención, de activación o de inhibición de impulsos para hacerle así un estudiante más competente. Esta concepción de la educación como un proceso nos acerca a otro concepto también interesante como la mentalidad de crecimiento de la psicóloga Carol Dweck y su The power of yet.

Aquellos que deseen investigar este apasionante campo de la Neurociencia, deben saber que la lista de las funciones ejecutivas depende de los autores que se tomen como referencia pero, aunque las nombren de distinto modo, todos coinciden en que se encargan de gestionar la energía, la acción y el aprendizaje. A este respecto, una de las obras que analiza las funciones ejecutivas desde una perspectiva más cercana a la realidad docente es La inteligencia que aprende (2015) de J.A. Marina y C. Pellicer.

Pensar en nuestros alumnos como practicantes de DJ puede ser una metáfora interesante. Quizá no suenen todo lo bien que deben pero, siguiendo las estrategias adecuadas y practicando en la dirección correcta, serán capaces de hacer de su cerebro un instrumento más afinado.

Abraham Gutiérrez Crespo
Profesor en el Colegio Claret de Segovia y tutor del programa #profesinnovadores de Escuelas Católicas