No sé que me asusta más. Si leer en el periódico que agentes municipales de Madrid han intervenido una fiesta en la que había alcohol, tabaco y drogas y la mayor parte de los evacuados no superaba los 18 años, incluso había un niño de tan solo 10 años, o que únicamente un solo vecino diera la voz de alarma que provocó la intervención de la policía.

Vivimos en una sociedad contradictoria en relación con el alcohol y los menores. Existe una enorme tolerancia en el consumo de alcohol, las cifras señalan que la tolerancia es el doble por parte de los padres respecto al consumo de tabaco. Sin embargo, se trata de un problema de primera magnitud. Según datos del Ministerio de Sanidad en España el consumo de alcohol suele iniciarse alrededor de los 13 años. El 75,1% de los adolescentes de 14-18 años lo ha consumido alguna vez en su vida, y 6 de cada 10 se han emborrachado alguna vez. Las cifras me asustan y me hacen reflexionar sobre mi responsabilidad individual y colectiva, y plantearme qué puedo hacer para paliar estas conductas de riesgo.

En nuestro país beber es un fenómeno social, cultural. Lo patrones de consumo han cambiado y ahora la duración del ocio es muy larga, 7 u 8 horas, y nuestros menores intentan beber todo lo que pueden en pocas horas, no para divertirse, sino para emborracharse. ¿No podemos los padres hacer algo? Tenemos que trabajar la prevención, podríamos empezar por explicarles que el cerebro de los adolescentes es especialmente vulnerable a los efectos del alcohol; que hay estudios científicos que demuestran la asociación del consumo de alcohol y el daño cerebral en los adolescentes; o que el consumo de alcohol dificulta el manejo de muchas sensaciones, disminuye la atención, la capacidad y el tiempo de reacción, dificulta la toma de decisiones, por ejemplo. Si hemos logrado crear conciencia sobre el consumo de tabaco y hoy nos resulta chocante entrar en la consulta del médico y que este nos reciba con un cigarro en la boca o ver a una mujer embarazada fumando, ¿por qué no lo vamos a conseguir también con el alcohol y los menores?

Y hago todas estas reflexiones en voz alta porque recientemente me he sentido especialmente apelada por la nueva campaña de la FAD “Bienvenidos al Trecho”. En ella se habla de cómo pequeños gestos, pequeños detalles (como el padre que denuncia una fiesta en la que hay alcohol y menores, aunque solo sea uno), por insignificantes que parezcan pueden hacer mucho. “Solo hay que dejar de decir lo que haríamos y empezar a hacerlo. Todos. Juntos. Bienvenidos al Trecho, el camino que hay para pasar del ‘dicho’ (decir que ningún menor debería beber alcohol) al ‘hecho’ (que ningún menor beba alcohol)”. Este es el concepto en torno al cual gira la campaña y donde se nos llama a la acción a familias, docentes, distribuidores, productores de bebidas alcohólicas… TODOS, juntos, podemos manifestar que nos preocupa este problema y que estamos dispuestos a hacerle frente. Podemos además adherirnos al manifiesto “La sociedad civil ante el consumo de alcohol en menores”, una declaración elaborada por al FAD y 40 organizaciones más (entre ellas Escuelas Católicas), con la que se busca crear un frente común desde aquellos ámbitos de actuación que pueden cumplir un papel más relevante en su enfrentamiento.

Como padres creo que tenemos que estar muy próximos y atentos a lo que hacen nuestros hijos, no se trata de seguirles, o registrar sus cosas, pero sí de fomentar la comunicación en casa desde pequeños. Aprender a escucharles, a establecer diálogos, a fomentar la confianza, porque no vale con echar la culpa a la sociedad, a los gobiernos… Lo fácil es quejarse, redactar leyes… lo difícil es educar.

Eva Díaz Fernández
@evadiazfer