Cuando se habla de la profesión docente hay que distinguir entre ideal y realidad. Es una cosa describir qué tipo de profesor queremos para nuestros hijos, y otra constatar qué metas se proponen las autoridades con la educación.

Lo que queremos para nuestros hijos suele ser un profesor inteligente, que conozca bien la materia que imparte, a quien le gusta enseñar y que sepa captar la atención de los alumnos. Alguien de estas características podría elegir cualquier profesión y probablemente ganar mucho más. Así que para atraerle a la profesión, la escuela debe ofrecerle un buen ambiente de trabajo y colegas que estén también a gusto. Una escuela en la que hay constantes conflictos con alumnos que no quieren estudiar no va a poder atraer y retener a los buenos profesores. En los países occidentales, y entre ellos España, los políticos dicen querer una educación de calidad, pero después introducen disposiciones que no llevan a esa meta. Una medida de este tipo es “incluir” en las aulas a alumnos que por diferentes motivos no estudian.

¿Cómo hacen Singapur, Japón y China para tener buenos resultados? Mejoran los currículos y los libros de texto, pero también insisten en que es la obligación del alumno trabajar con sus estudios. Se utilizan exámenes para clarificar cuál es la meta y para proponer retroalimentación al alumno. En Finlandia, que también tiene buenos resultados, el alumno aprende desde el comienzo que debe esforzarse y que debe comportarse bien en clase.

Ser profesor es una profesión muy buscada en los países de alto rendimiento. Es decir, tener un buen ambiente en las escuelas, alumnos que logren buenos resultados y poder reclutar a los profesores más idóneos forma parte de un mismo proyecto educativo.

Inger Enkvist
Ponente del XV Congreso de Escuelas Católicas “#Magister. Educar para dar vida”