Estamos acostumbrados a evaluar a nuestros alumnos. Entendemos la importancia de que sepan cómo están avanzando en su aprendizaje, y les ayudamos a ver qué pueden hacer para seguir progresando. ¿Y nosotros? ¿Concedemos la misma importancia a nuestra propia evaluación? Estos días florecen en la prensa y en Internet artículos y comentarios sobre el estado de la educación en España. Se nos ha evaluado, y parece que no todo son flores. Pero, ¿qué dicen los datos?

El pasado 19 de junio fue publicado el informe TALIS (Teaching and Learning International Survey), estudio realizado cada cinco años por la OCDE y en el que participan profesores y directores de centro, con el fin de conocer el estado de las condiciones en que se desarrolla el proceso de enseñanza y aprendizaje, y ofrecer datos para la toma de decisiones orientados a la mejora educativa. En esta edición, participaron cerca de 260.000 profesores de 48 países y los datos recogidos tienen que ver principalmente con la profesión docente.

A pesar de algunos titulares alarmantes en los periódicos de los últimos días, realmente hay mucho que celebrar. En los últimos diez años ha habido una mejora significativa en la calidad de las relaciones entre profesores y alumnos, y hoy esas relaciones son muy buenas. Cuando sabemos que la calidad de la relación profesor-alumno es uno de los factores que más influyen en el aprendizaje (como señala Hattie en Aprendizaje Visible), no hay duda de que tenemos un buen fundamento para una educación de calidad. Con respecto a la metodología, también estamos mejorando, y la enseñanza se centra en el desarrollo de conocimientos y destrezas que los alumnos necesitarán en su vida cotidiana y en su futuro: una enseñanza más clara, más trabajo cooperativo por proyectos, mayor uso de las TIC… Por otra parte, los centros escolares, tanto de Primaria como de Secundaria, tienen un alto nivel de seguridad, contribuyendo al bienestar emocional del alumnado. Y contamos con un profesorado comprometido. Los profesores se sienten satisfechos y orgullosos de su profesión, y la gran mayoría de ellos la ha elegido por motivos sociales más que personales: para influir en el desarrollo de niños y jóvenes y hacer una contribución a la sociedad.

Entonces, ¿en qué podemos mejorar? Principalmente, el informe destaca áreas de mejora en cuanto al desarrollo profesional de docentes y directores. Si bien es cierto que la casi totalidad de profesores y directores tanto de Primaria como de Secundaria habían participado en acciones formativas en el último año, y que cerca de 8 de cada 10 profesores reconoce que la formación recibida ha contribuido positivamente en su práctica docente, todavía podemos hacer mucho para potenciar la preparación profesional de los agentes de educación:

  • Fomentar programas de iniciación a la docencia. Existen pocos programas formales de iniciación a la docencia: solo están involucrados en ella uno de cada tres centros educativos, cifra más de 20 puntos porcentuales por debajo del promedio de la OCDE. Estos programas contribuyen a la mejora de la calidad de la enseñanza.
  • Impulsar programas de mentorización para nuevos docentes. Según la OCDE, los nuevos docentes deberían contar con el apoyo de un profesor más experimentado que los mentorice. Esa forma de tutorización contribuye al desarrollo metodológico y aprendizaje del profesorado, pero está muy poco extendida en España.
  • Facilitar el acceso a la formación. Los programas de formación permanente son muchas veces incompatibiles con el horario laboral, haciendo difícil la participación. Para facilitar la participación en la formación haría falta compatibilizar mejor los horarios, u ofrecer incentivos para la formación realizada en el tiempo personal.
  • Ofrecer formación que responda a las necesidades reales. Muchas veces, la oferta formativa no se corresponde con las necesidades reales de formación. Los docentes en España han recibido relativamente poca formación en gestión del aula y en transmisión de destrezas transversales. Por otro lado, la participación en formaciones orientadas a contenidos curriculares o pedagogía de la materia supera en gran medida la necesidad (8 de cada 10 profesores han participado en este tipo de formaciones en el último año, mientras que solo uno de ellos afirma haberla necesitado realmente). Mientras tanto, existen otras áreas en la que la necesidad es grande y se ofrece relativamente poca formación: enseñanza a alumnos con necesidades educativas especiales, destrezas TIC para la enseñanza, enseñanza en entorno multicultural y plurilingüe, por ejemplo.
  • Variar el formato de formación. La gran mayoría de la formación en la que participan profesores y directores son cursos o seminarios presenciales, formato tradicional eficaz para proporcionar contenidos y conocimientos, pero que se encuentra desconectado de la realidad del aula. Poco más del 20% del profesorado en España dice haber realizado observaciones entre compañeros del centro, y un porcentaje aún menor dice haber participado en visitas a otros centros educativos u a otras instituciones (empresas, organismos públicos, las ONG). Por otra parte, la tasa de participación en una red de profesores y la participación en actividades de lectura de literatura académica son de las más bajas de los países participantes.
  • Formación en liderazgo. El rol del director ha pasado de la gestión y administración de recursos, a asumir un liderazgo que sea a la vez pedagógico (centrado en la mejora de la calidad de la educación), distribuido (para una responsabilidad compartida entre toda la comunidad educativa) e inclusivo (promoviendo la equidad y la justicia). Sin embargo, los directores dedican cada vez más tiempo a reuniones y tareas administrativas, y el estudio revela que entre tres y cuatro de cada diez directores no ha recibido ningún tipo de formación en liderazgo pedagógico.

La mirada desde fuera nos ayuda a conocer nuestra situación desde otra perspectiva y dibujar caminos para seguir mejorando la educación. ¿Y lo mejor? Contribuir a estas mejoras está en manos de todos los que de alguna manera formamos parte del ecosistema educativo. Cada uno, desde su situación y zona de influencia puede formarse, construir redes, compartir conocimientos y mejorar el sistema. Desde Escuelas Católicas seguiremos aportando nuestro grano de arena para ir construyendo juntos.

 

Eline Lund
@Eline_BL