Arturo Ruiz, Joan Campàs y Jordi Vallés forman parte de mi vida. No son familiares, ni amigos, pero fueron mis profesores, respectivamente, de Literatura, Historia del Arte y Matemáticas. A ellos y a unos cuántos más les debo buena parte de mi educación intelectual y sentimental. Y sin ellos, este escrito no existiría. El tiempo ha pasado, y aunque la curiosidad no desaparece, la realidad es que uno ya ejerce más de maestro que de alumno, ya sea en casa con los hijos o en el trabajo con los compañeros más jóvenes. Y es entonces cuando confirmas que la educación y la cultura son la piedra angular de esta sociedad nuestra que sobrevive en permanente desarrollo. Sin esa formación no hay valores, ni espíritu crítico, ni libertad.

Es en ese proceso de aprendizaje sinfín donde la figura del maestro adquiere una importancia capital. Su labor es esencial en el modelaje de nuestros hijos y por lo tanto en el devenir de este mundo al que todavía le quedan unas cuántas asignaturas por aprobar. Necesitamos profesores entusiastas que crean en la relevancia de su trabajo, que asuman la necesidad de formarse y reciclarse todos los años como se hace en otros ámbitos profesionales. Necesitamos maestros que pongan en la misma balanza las emociones y los conocimientos, que sean capaces de educar a los niños desde la solidaridad y el humanismo, que nos ayuden a nosotros, los padres, a lograr que se sientan seguros, protegidos y libres, sin más ataduras que las necesarias para convivir en paz y para alimentar el respeto a los demás. Ahora bien, para ejercer esa encomiable labor, es preciso que dispongan de las herramientas precisas y del apoyo de todos los sectores implicados. Si queremos maestros preparados, creativos y eficaces, hemos de ofrecerles nuestra confianza, apoyo y medios, muchos medios.

Soy periodista cultural porque, entre otras cosas, Arturo Ruiz me enseñó a leer, a escribir y a amar los libros. Me cuentan que hace un par de años alguien se lo dijo y que a sus más de 80 años, esbozó una sonrisa, quiero pensar que con un atisbo de orgullo. Por él y por todos los maestros que han marcado nuestras vidas y marcarán las de aquellos a quienes más queremos, va este post.

Óscar López
Presentador del XV Congreso de EC “#magister. Educar para dar vida”