Reflexión pastoral sobre la Cuaresma

Hoy Miércoles de Ceniza comienza la Cuaresma y un año más me pregunto cómo compaginar una tradición tan antigua con un público tan nuevo y tan cambiante: los adolescentes. Un reto tener delante a unos destinatarios tan llenos de vida, de redes sociales, de lenguajes con dobles sentidos, de manipulación, llenos de “pajaritos”, hormonales, insatisfechos, desmotivados y altivos porque ya “nada” les dice “algo”.

Como pastoralistas de nuestros centros nos hacemos muchas preguntas, sobre todo, cómo llegar al corazón de los niños y los jóvenes, cómo hacer que entiendan los gestos de las celebraciones propias de este tiempo cuaresmal, y cómo hacer accesible el mensaje. Sin duda, un desafío que nos suele dar quebraderos de cabeza, en el mejor de los casos.

Para muchos de nosotros consistirá en buscar lo más original y creativo, paradigmas ambos que nos acercan a nuestros adolescentes, pero que a veces nos alejan de la verdadera esencia; para otros, continuar con actos más tradicionales… pero, lo que nunca debemos hacer ni los unos ni los otros, es vaciar de sentido gestos y palabras que nos dicen mucho en estas 40 jornadas que nos quedan por recorrer. Quizá el trabajo esté en buscar lenguajes inteligibles que expliquen el sentido de forma clara y breve. No hay más.

Seguramente nos será más fácil acceder a los niños, pero… ¿y a los adolescentes? Nos preguntamos cómo llegar a esos jóvenes que tenemos en nuestros centros que comienzan a ralentizar sus pisadas cuando van a entrar en la capilla, o a esos otros que cruzan sus brazos en “modo bloqueo” o “modo impermeable” porque lo que van a escuchar, sin tan siquiera haberlo escuchado aún, ya no les interesa.

Parece perogrullo pero no lo es el hecho de que las vivencias pastorales que organizamos empiezan en una fase anterior a la misma. Siempre he pensado que cuando se explica a los jóvenes lo que se va a vivir, día y hora en que lo vamos a celebrar, resulta ser un aliado al éxito de lo que se va a realizar. A menudo sacamos a los alumnos de las clases para vivir una experiencia de encuentro con Dios sin previo aviso. Las prisas y la falta de coordinación nos juegas malas pasadas y la predisposición es primordial para lo que va a acontecer.

Me gustaría retomar algunos hitos que presenta el papa Francisco en su mensaje de esta Cuaresma 2020 haciendo, modestamente, una breve reflexión.

Arrepentirse de pecados y confesarse

Muchos de nuestros jóvenes no reconocen lo que hacen bien ni mal. Cuando les amonestas, te dicen: “yo no he hecho eso”, “¿qué he hecho mal?”, “¿por qué me riñes?”. Frases parecidas escuchamos a diario. Podía ser un buen trabajo en este tiempo seguir ayudándoles a responsabilizarse de sus actos pues si yo no reconozco lo que hago mal, nada tengo que cambiar. Si no reconozco el mal que hago, no hay motivo para sentir arrepentimiento.

Otra piedra dura para los jóvenes es la Confesión. Ante esto muchos colegios ya trabajan con sacerdotes o tienen “servicios de escucha” para ir habituándoles a compartir sus vidas y sus emociones internas. Ciertamente es muy difícil decirle a un joven que puede confesarse si no ha tenido una positiva experiencia de abrir su corazón a un adulto y sentirse querido-aceptado a pesar de sus limitaciones. En ocasiones los padres carecen de tiempo para escucharles y a todos nos falta hacer algún que otro máster en inteligencia emocional para acogerlos. Podría ser un buen comienzo fomentar estas oportunidades en nuestros trabajos pastorales para que, la invitación a la confesión no sea para ellos algo “ortopédico”, sino algo habitual si ya, durante tiempo, han experimentado efectivamente el diálogo profundo.

Luchar por cambiar

Francisco nos recuerda que todos podemos hacer “más y mejor” lo que ya hacemos cada día y que nos debemos plantear la mejora realista, práctica y concreta para poder cumplir nuestros deseos de cambio. Yo me pregunto cómo cuadrar esto en un entorno con alumnos a los que les falta el realismo porque viven en la “nube” (del ser y del pensamiento, además de la virtual), cómo concretar cuando su cabeza está tan dispersa. Podría ser un buen trabajo no cansarnos de darles referencias y posibilidades para el cambio. En muchas ocasiones nos quedamos en el “debes cambiar” pero ellos no saben ni cómo empezar. Un indicador bastará para la concreción… que por ahí se empieza.

Hacer sacrificios

Hablando de esto, la misma palabra “sacrificio” precisa hoy una Adaptación Curricular Significativa (ACS). A nuestros alumnos de ESO y Bachillerato les suena a otros tiempos, les suena a rancio cuando intentas ampliarles el vocabulario de actitudes de encuentro con el otro. Pero entienden, por ejemplo, que deben felicitar al alumno de Necesidades Educativas Especiales (NEE) cuando aprueba un examen a sabiendas de que lo ha hecho con su Profesor Terapéutico (PT) en el aula de apoyo y ha tenido sus ayudas pertinentes. Eso sí lo entienden. Podría ser un buen trabajo valorar esas actitudes que se dan en un aula y enfatizarlas poniendo como referencia lo que a Jesús le agradaría si estuviera en ese entorno o la máxima de hacer a los demás lo que te gustaría que hiciesen contigo.

Vivir la importancia de la CENIZA es renacer de las cenizas que muchas veces enturbian estos tiempos en el trabajo con los jóvenes. El ayuno, los sacrificios, confesiones, etc., no les interesan en absoluto porque “eso solo lo hace mi abuela”, te dicen. Convertir “cenizas” en CENIZA es arduo trabajo pero nos “espabila” el oído como vivió el profeta Samuel invitándonos a reconstruir muchas de las tradiciones que hemos aprendido y dilatado en el tiempo.

Como el ave Fénix, seguimos pereciendo, quemándonos por una pastoral viva y vivificante para renacer de las cenizas… porque aún nos queda mucho por hacer y un nuevo ciclo de inspiración comienza cada año.

¡FELIZ CUARESMA 2020!

Marián Aguilar Roselló
Departamento de Pastoral