Ser cooperante internacional es un trabajo inmensamente satisfactorio y enriquecedor, pero es también un trabajo que conlleva muchos sacrificios personales. El objetivo principal de un cooperante, profesional que lleva a cabo su labor en el ámbito de la ayuda humanitaria y el progreso en países en vías de desarrollo, no es otro que el de ayudar por medio de procedimientos, conocimientos y experiencias a profesionales de países en vías de desarrollo con los que, conjuntamente, se trabaja para construir un mundo más igualitario y más justo para todos. Así, quizás sea el trabajo que más cerca está del que lo necesita pudiendo ver desde muy cerca los diferentes cambios y avances que se pueden conseguir en mejorar vidas y sociedades.

En marzo de 2023 empezó mi aventura como cooperante en la República de Cabo Verde: un archipiélago repleto de paisajes paradisíacos, gente amable y sonriente, música y baile, idioma propio y único y muchos retos sociales. El proyecto en el que tengo la suerte de estar trabajando se centra en una de las temáticas sociales más delicadas a las que se enfrenta el país: la violencia de género. Con este proyecto, que financia la Agencia de Cooperación Española (AECID), se están creando casas de emergencia y de acogida en 3 de las 10 islas del país para acoger a mujeres y menores víctimas de violencia de género; se está formando a las personas de las diferentes instituciones y ministerios involucradas en la atención a estas víctimas y, también, se está sensibilizando a las nuevas generaciones sobre la violencia de género. Mi trabajo diario consiste en coordinar la ejecución del proyecto y acompañar al personal local en dicha ejecución. No obstante, ser cooperante tiene la magia de que no solamente desarrollamos un trabajo técnico, sino que diariamente también desempeñamos un trabajo humano: empatizamos y acompañamos a los beneficiarios, así como aprendemos diariamente de ellos y con ellos. En mi área, conocer la realidad de muchas mujeres y niñas que sufren abusos de familiares, amigos, vecinos o desconocidos es algo muy duro que genera impotencia y rabia, pero al mismo tiempo, es muy gratificante y un privilegio trabajar para mejorar la situación de estas mujeres y menores y poder observar con el paso de los meses los avances que se van consiguiendo. 

Ser cooperante es un trabajo muy vocacional pues cuando optamos por este trabajo, elegimos grandes retos y algunas renuncias. Renunciamos a nuestra zona de confort dejando atrás comodidades, sabores, rutinas y lugares; a algunas de nuestras libertades y derechos que como mujeres tenemos en la mayoría de países desarrollados y que están carentes en muchos de los países de destino; a compartir momentos y experiencias con nuestros familiares y amigos, pudiendo perdernos vivencias importantes: nacimientos, bodas, cumpleaños, celebraciones…; o a la tranquilidad y seguridad que ofrecen muchas de las sociedades de los países desarrollados como salir a la calle a cualquier hora; vestir con libertad; no tener miedo, etc. Sin embargo, todas las renuncias y sacrificios que aceptamos con gusto cuando elegimos ser cooperantes merecen la pena porque pesan mucho menos en la balanza que las gratificaciones que obtenemos. Todo está compensado diariamente. Recibimos sonrisas y cariño en nuestro trabajo por parte de las personas beneficiarias y de los compañeros de profesión; encontramos una “familia local” gracias a los nuevos amigos, compañeros de trabajo y personas que se cruzan en nuestro camino; aprendemos sobre nosotros mismos gracias a experiencias que en nuestra vida anterior no experimentamos; zona de confort, no vivimos; aprendemos sobre la cultura, la lengua, las costumbres de nuevos países y sociedades, y lo más importante, tenemos el corazón alegre y pleno porque diariamente nos levantamos y nos acostamos sabiendo que hemos contribuido con nuestro trabajo a hacer el bien a los demás.  

Hoy es un día de celebración en el que se conmemora el Día del Cooperante por lo que es un gran momento para dar valor a todo el trabajo técnico y humano de las personas que, como yo (más de 2.700 españoles de acuerdo con la AECID), realizamos diariamente lejos de nuestro país y de nuestra gente. Con nuestra labor diaria y nuestro granito de arena como profesionales y personas demostramos como con la cooperación internacional se consigue que muchas personas, de aquí y de allí, lleguemos a la misma meta: igualdad, libertad, derechos, tranquilidad y felicidad. 

Victoria Seoane Rodicio
Coordinadora de Fundación de Religiosos para la Salud (FRS) en Cabo Verde