Después del período estival, tan esperado y tan veloz en su discurrir, nos enfrentamos al comienzo de un nuevo curso escolar con una mezcla de ilusión, resistencia a la rutina, energías renovadas, temor ante las incertidumbres y añoranza de semanas de tiempo libre. Todas estas sensaciones se mezclan y pasamos de la alegría a la apatía con rapidez. Es normal. Lidiar con emociones encontradas no es fácil y requiere dosis de serenidad y de silencio interior, ese silencio que todos necesitamos en momentos de cambio.

Pero no nos engañemos, la experiencia nos enseña que todos los comienzos de curso son intensos y este no va a ser una excepción. Aunque algunos piensen que lo más complicado ya lo vivimos en 2020, siento discrepar. 2020 fue un año tremendamente especial, pero 2021 sigue su estela por muchos factores contextuales que voy a tratar de resumir en tres claves que serán determinantes para este curso 2021-22.

En primer lugar, la famosa LOMLOE o “Ley Celaá” para muchos, está en proceso de implantación y desarrollo. Resulta curioso que, a la premura inédita de su tramitación, le haya seguido un período de “silencio administrativo”, como si el objetivo político del Gobierno se hubiese alcanzado en plenitud con la aprobación exprés de la Ley en el Congreso (el trámite del Senado fue un espectáculo poco digno, con el rechazo de todas las enmiendas presentas) y la publicación de un tuit por el Grupo Parlamentario Socialista: “Objetivo cumplido: la LOMCE ha sido derogada”.

Nueves meses después de su entrada en vigor, el 19 de enero de 2021, aún no están aprobados los Reales Decretos de enseñanzas mínimas de los diferentes niveles educativos, ni hay una fecha prevista para ello. Y lo que es peor, las noticias aparecidas en los medios de comunicación sobre su posible contenido, son claramente preocupantes por los tintes ideológicos que se dejan traslucir, lejanos al rigor académico de las enseñanzas (matemáticas con perspectiva de género, retroceso del castellano como lengua vehicular, cuestiones morales sobre el bien y el mal, etc.).

Asimismo, el Real Decreto sobre evaluación, promoción y titulación sigue en fase de elaboración, aunque según la LOMLOE ya es de aplicación en el presente curso 2021-22. Resulta paradójico e, incluso, cuestionable su legalidad, que seamos capaces de comenzar un curso escolar sin tener listos los nuevos criterios de evaluación o promoción de los alumnos. Estos tienen derecho a saber con qué requisitos se les va a evaluar y qué condiciones de promoción o titulación tienen que cumplir. Empezar la casa por el tejado se está convirtiendo en hábito, triste costumbre de un escenario político de constante incertidumbre que repercute en profesores, alumnos y padres.

En segundo lugar, el Consejo de Ministros del pasado 7 de septiembre aprobó el Proyecto de Ley integral de Formación Profesional que será tramitado en las Cortes Generales durante los próximos meses. Coincidimos, conviene recalcarlo, en la importancia de esta norma y en el impulso perseguido a favor de la FP. Llevamos muchas décadas ofreciendo una oferta de calidad en estas enseñanzas. No acabamos de llegar, como algunas instituciones, al calor de futuras ayudas públicas o por ser un caladero de alumnos potenciales. Nuestros carismas institucionales, preocupados por ofrecer formación y acompañamiento a los jóvenes más vulnerables nos ha movido siempre a apostar por la FP, a pesar de todas las dificultades vividas (incluidas negativas de ampliación de ciclos o retirada ilegal de conciertos por parte de algunas administraciones).

Ahora bien, el hecho de que apoyemos la iniciativa legislativa no significa que estemos cómodos o satisfechos con el contenido del Proyecto de Ley. No olvidemos que omite nombrar a la enseñanza concertada, plantea un incremento de la formación en las empresas en detrimento de los centros de FP y apuesta por una programación de puestos sostenidos con fondos públicos elaborada por la Administración, sin participación de los sectores afectados (de nuevo, la demanda social y la libertad de creación en peligro). Por ello, haremos todo lo que esté en nuestra mano para modificar el Proyecto de Ley y reconocer el papel de la FP concertada, como garante de la libertad de enseñanza.

En tercer y último lugar preeminente, nos encontramos con el escenario de la pandemia de COVID-19 que lejos de desaparecer, se transforma y supone nuevos retos. Ahora sabemos que somos capaces de garantizar que los centros educativos sean lugares seguros para los miembros de la comunidad educativa. El esfuerzo realizado por los centros durante el curso 2020-21 nos empuja a ser optimistas, pero no caigamos en el triunfalismo. Es pronto aún y si bajamos la guardia, el virus irrumpirá como un torrente.

Por lo tanto, mantengamos las medidas de prevención con rigor. Y denunciemos a las administraciones que están retirando los recursos adicionales concedidos en curso pasado, puesto que seguimos en escenario de pandemia. Es decepcionante que algunas comunidades autónomas hayan retirado las ayudas en personal o en material sanitario y, a la vez, dicten instrucciones sobre medidas sanitarias que implican más dedicación del profesorado, personal no docente, refuerzos educativos o de limpieza. Resulta muy triste y discriminatorio, una vez más, cuando se compara la situación por comunidades autonómas o entre centros públicos y concertados. Nos hemos cansado de repetir que el virus no distingue territorios, ni tipología de centros o de personas.

En resumen, un curso decisivo en muchos aspectos: ¿tendremos finalmente unos currículos mejorados o la novedad se irá en introducir aspectos ideológicos en las materias?, ¿la FP se reconvertirá en un enorme cúmulo de ofertas formativas en las que la enseñanza concertada quedará postergada?, ¿seremos capaces de mantener los Planes de Contingencia frente a la COVID-19 sin recursos adicionales y con deseos de relajar las medidas?

Y lo más importante, ¿mantendremos la defensa de la libertad de enseñanza como nuestra razón de ser, pese al cansancio o las noticias preocupantes? Si la respuesta es afirmativa, nos espera un curso complejo pero lleno de esperanza. Todo esfuerzo tendrá su recompensa, confío plenamente en ello. Feliz curso 2021-22 a todos.

Luis Centeno Caballero
Secretario General Adjunto de Escuelas Católicas
@lcentenoc