Todos necesitamos encontrarnos, con otros y con el Otro, y sentirnos estimados, acogidos y partícipes en los distintos ámbitos de nuestra vida para lograr ser y estar en plenitud. Somos conscientes de esta ineludible dimensión relacional para sentirnos en paz y en equilibrio, valorando a las personas que nos rodean, aprendiendo de las experiencias y agradeciendo cada oportunidad.

La escuela es un marco privilegiado para adquirir el sentido de la vida y asimilar los valores que humanizan, con libertad, autonomía y trascendencia. Por la educación llegamos a ser lo que somos, y nos curtimos y formamos en un entramado constante de relaciones interpersonales, donde descubrimos la riqueza que supone el diálogo con los distintos, la diferencia de los demás, para ahondar en nuestra identidad. Por ello, creemos firmemente en el poder de la educación para abrir la puerta a una sociedad más solidaria, sabiendo que la llave está en servir mejor a las personas que nos rodean. 

Las crisis imprevistas y vertiginosas que nos toca vivir nos urgen a re-conectar con esta misión educativa desde nuestra esencia evangelizadora. Equipos directivos, profesores, instituciones, alumnos, familias, organizaciones… necesitamos acercarnos e inspirarnos mutuamente para generar pactos que unan lazos, encaucen sinergias y generen proyectos que logren una vida digna, segura y en paz para todos. Es necesario recrear en nuestros entornos inmediatos este clima de encuentros sanadores que nos rehumanicen y en los que Dios sea fuente de inspiración, donde se eliminen barreras excluyentes y se ofrezcan oportunidades para todos, experimentando la acogida, la cooperación, la compasión y el bienestar. 

Ante esta visión educativa compartida, se refleja en nuestros colegios una inquietud creciente sobre cómo cumplir con nuestra misión de ser escuela de encuentro que tiene un papel esencial en la regeneración del mundo desde una visión trascendental. En la educación católica nos ponemos al servicio del otro y los educadores estamos llamados a tomar conciencia de ello, y a saber que esta misión tiene que ver con el desarrollo de las dimensiones morales, espirituales, psicológicas, físicas y sociales de cada persona. Queremos ser centros educativos donde se dialogue, se escuche y se reflexione, donde se haga realidad un liderazgo más humanizador junto a nuestras comunidades educativas, donde se pongan en marcha proyectos de transformación social desde el Evangelio, donde los niños y jóvenes tengan el protagonismo que necesitan para que sean ellos mismos los que se transformen en personas más dialogantes, acogedoras y esperanzadas. Deseamos aprender a afrontar estos temas en clave de mirada al futuro, de cambio y regeneración, de transformación, para seguir ofreciendo esperanza y resurrección. La escuela católica está llamada a dar respuesta con esperanza a los nuevos desafíos, no solo académicos, también retos como el Pacto Educativo Global, la generación de la cultura del cuidado, la transformación digital, etc. Queremos ser escuelas en clave samaritana en las que el compromiso, el cuidado, la transformación social… sean nuestra razón de ser.

Ahora, más que nunca, necesitamos ser escuelas de testimonio. Por eso, en el próximo congreso de Escuelas Católicas queremos ser con vosotros “inspiradores de encuentros” que generen vida plena, compromiso y proyectos, buscando inspiración e inspiradores que nos llenen de sentido y nos ayuden a inspirarnos. Si nos encontramos, podemos desplegar nuestra razón de ser y desde ahí trasladar nuestra fe. Pero para ello, nos necesitamos todos. ¿Quedamos en noviembre en Granada? 

Irene Arrimadas
Coordinadora de la Comisión de Contenidos
XVI Congreso de Escuelas Católicas
“Inspiradores de encuentros”