¿Sabías que los microbios que habitan nuestro cuerpo se comunican constantemente entre sí? A ese fenómeno se le llama quorum sensing. Los microbios producen moléculas de señalización, llamadas autoinductores, que les permiten “hablar” para saber cuántos son, qué está pasando a su alrededor y cómo deben actuar colectivamente. 

“Podemos decir que, de esta forma, las bacterias establecen sus propias redes sociales de conexión y comunicación”, explica la Dra. María Dolores de la Puerta Soler.

Este concepto me fascinó cuando lo conocí. Como responsable de comunicación institucional, no pude evitar ver aquí una metáfora perfecta del poder de la comunicación: si incluso nuestros microorganismos necesitan comunicarse para funcionar de forma eficiente, ¿cómo no vamos a necesitarlo nosotros como instituciones educativas y eclesiales?

La comunicación llega a lugares insospechados. No solo a los confines del planeta o del universo, sino también a lo más íntimo de nuestro cuerpo, a nuestras entrañas, a nuestra esencia humana. Las bacterias necesitan comunicarse para sobrevivir y crecer. Nosotros, como Iglesia y como escuela, necesitamos comunicarnos para cumplir nuestra misión: educar, evangelizar, acompañar…

Inspiraciones desde Roma

Recientemente participé en el curso “Comunicación Eclesial 3.0: Navegando el Jubileo y la Cultura Digital en 2025”, organizado por la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma. Fue una experiencia muy interesante que me permitió escuchar reflexiones valiosas sobre el papel de la comunicación en la Iglesia y sobre la gran oportunidad que representa el Jubileo.

A partir de algunas claves de este curso, he armado esta “novena” para la comunicación institucional. En un viaje un tanto loco de mi cerebro, nace inspirada en la comunicación de los microbios, y evoluciona inspirada en la fe y en nuestra misión educativa. Son nueve ideas que nos invitan a comunicar desde lo más profundo, sabedores ahora de que solo desde el quorum sensing, solo desde la unidad de criterios y de acción, conseguiremos cumplir nuestro objetivo común de evangelización. Nueve ideas para profundizar y reposar durante nueve días, que quizá nos ayuden a lograr el quorum sensing de nuestra comunidad educativa:

  1. Volvamos a suscitar confianza

Vivimos una crisis de confianza en las instituciones: gobiernos, medios, ONG… y también en la Iglesia. Y sin confianza, no hay compromiso. Por eso debemos recuperarla con autenticidad, contando historias verdaderas que conecten emocionalmente (storytelling institucional) y visibilizando personas coherentes, auténticas y comprometidas que a través de la llamada “confianza inversa”, permitan transferir la confianza que nace de esos individuos concretos a la institución.

  1. Humanicemos los canales, digitalicemos con sentido

No se trata solo de estar en redes sociales, sino de estar con propósito. Crear comunidad, compartir procesos vivos, mostrar historias reales… sin perder nuestro tono humano, cálido y espiritual. La presencia digital debe tener alma aunque aprovechemos las ventajas que hoy en día ofrece la IA.

  1. Usemos la palabra como semilla de cuidado

El lenguaje puede informar, formar, cuidar, acompañar… o puede desinformar, deformar, descuidar, abandonar o incluso herir. Cada palabra, cada comunicado, cada reunión puede ser una oportunidad para construir una comunidad más humana, más cristiana, más esperanzada. Hablemos con empatía y desde el corazón.

  1. No menospreciemos la belleza de la tradición como puente hacia el futuro

Las nuevas generaciones buscan símbolos, imágenes, belleza. La Iglesia posee una riqueza simbólica y estética inmensa. Aprovechémosla con respeto, sin banalizar, como una forma profunda de comunicar lo eterno a través de lo visible.

  1. Escuchemos. Valoremos el silencio

La buena comunicación empieza por la escucha activa. Sin ella, no hay verdadero diálogo. El silencio también comunica, y en ocasiones, con más fuerza que las palabras. Practiquemos en nuestras escuelas la escucha que conecta y el silencio que acompaña.

  1. Actuemos. La comunicación es acción

La mejor comunicación es la coherencia. Los hechos comunican más que mil discursos. Por eso, en ocasiones, si queremos cambiar percepciones, deberemos estar dispuestos a empezar por cambiar realidades. Lo que somos debe ser visible. Lo que decimos debe reflejar lo que hacemos.

  1. Informemos con una mirada trascendente y realista

La comunicación eclesial debe ofrecer una mirada distinta sobre el mundo: realista, pero esperanzada. No negamos los problemas, pero sabemos que hay sentido. Compartamos información que construya, que forme, que inspire.

  1. Escuchemos las percepciones: importan tanto como los hechos

Hoy la comunicación institucional ya no puede centrarse solo en lo que queremos decir. Debemos escuchar lo que los demás perciben, sienten y esperan. Conocer a nuestros públicos, sus emociones, sus temores, sus expectativas… es el primer paso para conectar de verdad.

  1. Cuidemos la comunicación interna como espacio de comunión

La comunicación en nuestros equipos no es solo operativa. Es espacio de encuentro, de pertenencia, de evangelización. Un claustro que se comunica bien, desde la escucha y la confianza, ya está evangelizando con su manera de relacionarse.

Epílogo desde las entrañas

Esta novena -inspirada por microorganismos que dialogan, se entienden y cooperan- nos recuerda que el Jubileo 2025 es una oportunidad única para comunicar desde lo profundo, con fe, creatividad y visión y, sobre todo, con quorum sensing, es decir, detectando cuáles son nuestros acuerdos y utilizándolos en favor de nuestra misión.

Comuniquemos con la profesionalidad de quien sabe lo que hace, y con la humildad de quien sabe que comunica no solo ideas, sino presencia de Dios en el mundo.

Si nuestras bacterias pueden…
¡Nosotros también!

 

Victoria Moya
Directora del Departamento de Comunicación de Escuelas Católicas