Ha llegado el día. Hombres y mujeres se despiertan, comienzan su jornada de miércoles. Ellos y ellas pueden ir a trabajar o estudiar, a pasear, a comer, a manifestarse, si así lo desean, o a votar, si fuese día de votaciones.

Por el camino, si tienen hijos podrán llevarlos al colegio, uno u otro. A simple vista, ambos tienen igualdad de oportunidades y derechos. En nuestro país, un pequeño lugar en el mundo, hombres y mujeres han peleado y defendido por muchos de ellos, que ya descansan adquiridos.

Yo nací con una sensación de seguridad absoluta, donde la mujer “poderosa” podía caminar por la calle sin miedo, podía estudiar, trabajar, votar… y una larga lista de verbos terminados en -ar -er -ir, sin preocuparse. Sin embargo, es ahora cuando soy consciente de la fragilidad de algunos derechos y de la figura e imagen social que se dibuja de la mujer. Hasta el punto de sentir miedo, no personal, pero sí social.

Entro en el supermercado y cuando estoy comprando la comida, comienzo a tararear la canción que llega a través del hilo musical… es sutil, no, lo dice claramente: “ella me dice que tiene novio pero yo no la creo…”, llego a casa pongo la radio y la canción que suena es “no me puedo conte-ner, no me puedo contener…”. Me parece divertido bailar, me encanta; pero no puedo evitar pre-guntarme hasta qué punto no hay que trabajar los contenidos y mensajes que lanza la música y contextualizarlos, cuestionarlos. El mensaje va haciendo su trabajo en la memoria como una ter-mita en la madera.

Cojo una revista y veo los rostros de las mujeres. ¿Qué voy a decir? Es tan obvio. Los chistes… Internet… Mi madurez ha graduado mis gafas culturales y sociales. Y con un poco de pensamiento crítico me atrevería a predecir lo peor. No hay más que ver lo que se está sembrando y lo que ya recogemos en forma de escandalosas cifras en nuestros telediarios: las 22 niñas en Guatemala, las elecciones americanas (con un 42% de voto femenino); así como las imágenes de afectividad que nos venden entre seres humanos, y un largo etcétera.

Cuando era pequeña se ridiculizaba al feminismo en mi entorno. Ahora me despierto todos los días teniendo claro que hombres y mujeres no pueden dejar de luchar por la convivencia y la paz entre seres humanos. Porque tanto niños como niñas son víctimas de roles, un rol de masculinidad y femineidad respectivamente que encierra y apaga…

La clave para mi: el pensamiento crítico y el creativo, los valores y derechos humanos, y como no los hábitos de respeto y dignidad en nuestra relación con otros. Educación. Sin descanso. Instó a que nos llenemos de preguntas. A que seamos curiosos, a que no juguemos a relativizar cuando nos agredimos o cuándo nos relacionamos con dolor, o a no dar importancia a la información que nos llega y nos moldea como la lluvia lo hace suavemente con la roca a través del tiempo. Yo no quiero ser piedra erosionada sutilmente.

@loligarciaXXI