¡Qué suerte recibir peticiones para poder compartir lo que está en lo más profundo de nuestra vida! En el caso de un servidor, marista laico vinculado, me solicitaron desde el Departamento de Comunicación de Escuelas Católicas nacional, una pequeña entrada para su blog acerca de la misión compartida. Pues aquí está… Ojalá se convierta, desde la sencillez y la brevedad de una entrada de blog, en Buena Noticia, por algo lo solicitaron desde comunicación, ¿no le parece, estimado lector? Vamos allá…
Si uno se dispone a pensar en un carisma, don recibido, son hasta tres las grandes dimensiones que contiene. Así las cosas, encontramos misión, claramente, pero junto a ella: espiritualidad y comunidad. Y eso pasa a convertirse en proceso para los cristianos, cuando dichos carismas son capaces de despertar lo que dentro de ellos Dios ya ha situado, siendo esto posible, ya en el siglo XXI, tanto en la vida religiosa, como la vida laical, vivida como opción.
Si nos fijamos en lo planteado en el párrafo anterior, aquí los carismas, desde las congregaciones, instituciones que los vehiculan, tienen un reto y es poner el foco en el anuncio de Jesús y su Evangelio, como centro de su proyecto vital, partiendo desde aquello en lo que el Espíritu les pide concretarlo. Con esto, como ya decía el Hermano Antonio Botana (2008) en el cuaderno de Frontera Hegian “Compartir carisma y misión con los laicos. La Familia evangélica como horizonte”, nº 62, los institutos religiosos claramente son los pozos, no el agua. Ellos tendrán la oportunidad y el reto de poder ser un espacio en el que muchos cristianos puedan beber la esencia, esa Buena Noticia que es Jesús y el entender que la vida solo merece la pena vivirla desde “la revolución de la toalla” de San Juan, concretado de muy diversas formas.
Imprescindible, como plantea José María Pérez-Soba (2024), en “Familias carismáticas”, comprender hoy que los carismas, en nuestra Iglesia, pueden llegar, si están centrados en el núcleo, en el anuncio de Jesús, a muchos cristianos, no teniendo que ser para todos y vivida de la misma manera. Habrá personas que se sentirán invitadas a ver de qué forma la vida comunitaria que detrás sostiene un carisma y la encarnación en el día a día, su espiritualidad, pueden dar horizonte a su seguimiento de Jesús y hacerlo de tal manera que pueda ser vivido desde la vida religiosa y la vida laical.
Teniendo en cuenta otra metáfora de Botana (2008), en el mismo número que más arriba he señalado, podríamos preguntarnos: ¿en qué medida los carismas, y los institutos religiosos que los canalizan, desde el Espíritu, están siendo “comadronas” de Vida en Dios?; ¿en qué medida provocan un enamoramiento de Jesús y del proyecto de Dios del Reino? Nos dice Botana: “[…] El Instituto no da ‘su carisma’, sino que comparte con otros creyentes el carisma común recibido del Espíritu Santo. Por ello, la actitud que debe dominar en sus relaciones con los laicos de la Familia evangélica es la fraterna; todos hermanos y hermanas en el mismo carisma, en la misma familia”. Visto desde esta perspectiva de ayudar a “dar a luz” lo que Dios nos ha puesto dentro, podemos encontrar a laicos y laicas, que vivan su aportación a un carisma, junto a religiosos y religiosas, como una colaboración, y será un regalo del Señor, seguro, pero también nos podremos encontrar laicos y laicas que, como cristianos vocacionados, se sientan llamados a un carisma concreto, entendiendo así de una manera muy concreta la misión, pero no solo eso, sino también la forma de vivir la dimensión comunitaria y la de la espiritualidad, para su día a día. Dice Pérez-Soba (2024), sobre esto: “Es un deber nacido de la escucha al Espíritu”.
¿Y cuál es la responsabilidad ante esto de los distintos carismas, los distintos institutos religiosos? Ir a lo nuclear de su carisma, vivirlo y ofrecerlo. Es necesario que se manifieste en el día a día, en las tres dimensiones de un carisma que venimos comentando. Es fundamental ir generando espacios de reflexión, de oración para que los agentes de misión, puedan descubrir hasta dónde, ese carisma del que participan, les ayuda a ser responsables como Dios quiere que seamos en atención y servicio a los demás, a ser Buena Noticia para la sociedad… Queda atrás el pensar que un carisma solo puede ser vivido desde la vida religiosa. La misión está necesitada de agentes para la misma, y la Vida que pueden aportar los carismas son puro mensaje del Evangelio… Los carismas, desde su especificidad, no están para sí, están para ayudar a que otros niños, jóvenes y adultos, experimenten que Dios les ama profundamente, tanto que ya no pueda quedarse ese Amor para sí mismos, sino que es para compartirlo, responsablemente, ya que somos “las manos” de Dios… ¡Qué necesitados estamos, en pleno siglo XXI, de narraciones de vida desde Jesús, en las que y con las que se diga, alto y claro, que se puede vivir desde Él, impulsados por el Espíritu, desde lo que Dios ha puesto en lo más profundo de nuestro corazón, y que Él ocupa el centro de nuestra vida, encontrándolo en quienes más nos puedan necesitar y el servicio dirigido a ellos! No seamos piratas, de esos que encontraban tesoros y los escondían… Abramos el tesoro que es Jesús en nuestra vida, explicando, cuando podamos y si es el caso, el carisma que nos ayuda a concretarlo en nuestra vida… No dudemos que a otros podrá ayudar e irá en beneficio de la misión, sin duda.
Es mucha esa misión a desplegar, en ella se necesita que se encuentren, dando lo mejor de sí, los cristianos que de sí mismos se decían: “los del camino” (Hch 9,2), como escribe Pérez-Soba (2024). Compartamos la misión, ayudemos en y desde los distintos carismas e institutos, a entender que en estos se abre la posibilidad de ser desde colaboradores hasta personas que encuentren en ellos, la forma de decir sí a Dios, desde el ser Pueblo de Dios que camina unido para transformar el mundo.
Estamos invitados a ser, como los cristianos se llamaban a sí mismos en Hechos de los Apóstoles, “los del camino”. Caminemos en misión, Dios está con nosotros. Seamos Iglesia en salida, puente, como nos dice, desde el principio de su pontificado, nuestro nuevo papa León XIV.
“Los del camino”…
Rosa Lemus, José Antonio
@jarosalemus
Referencias:
- Botana, A. (2008). Compartir carisma y misión con los laicos. La Familia evangélica como horizonte. Frontera Hegian. Ed.: FRONTERA.
- Pérez-Soba, J.M. (2024). Las familias carismáticas. Un nuevo horizonte en una Iglesia sinodal. Vida Religiosa 5/2024/vol. 136.