La aparición del COVID-19 irrumpió en el barco de nuestras seguridades, nos tambaleó y caímos al mar del desconcierto y la incertidumbre. Mientras íbamos dando nuestras primeras brazadas de supervivencia ante una situación tan desconcertante, aparecieron tablas de salvación.

Nuestra reflexión parte desde el punto de vista educativo y a él hacemos referencia. Nuestra tabla de salvación tenía tallada, en letras grandes, una letra: la M. Para sobrevivir de la situación nos hemos abrazado a las “marías”. Así se maltrata verbalmente a esas asignaturas que son consideradas de relleno o de menor importancia. Es iluminador, sin embargo, que, ante una situación crítica, el ser humano echa mano de ellas para aliviar la crisis y salir a flote.

Durante el tiempo de confinamiento, la Educación Física, el deporte, el mantener el cuerpo en forma ha sido fundamental. Las rutinas de ejercicios físicos, las páginas de mantenimiento y los vídeos, con sus propuestas por niveles, han proliferado. ¿Qué decir de la música? Omnipresente y excelente medio de expresión de las emociones más hondas. Versiones para “resistir” con los artistas de moda, conciertos en los balcones para dar ánimo a los vecinos, nuevas canciones con lo esencial: voz, letra y guitarra o piano. Armonía por doquier. Otros artistas, grandes y pequeños, acariciando sus lápices de colores o sus pinceles, diseñando el arco iris o creando otra multitud de obras inspiradas, expresadas y compartidas. Citamos esas otras materias, de muy distinta denominación, en las que se trata sobre valores, gestión de emociones, cultivo de la espiritualidad. Por desgracia habría que añadir la Filosofía “de la vida”, tan relegada. ¿Son “marías”? Cuando llega un momento crítico para el ser humano, nos agarramos a ellas como tabla de salvación.

Si esta situación nos ha hecho reflexionar a nivel social, sanitario, económico, político, ¿no convendría repensar en nuestro sistema educativo? ¿No habrá que dar más peso a estas materias que, en tiempos de necesidad, de escasez y de privación, son nuestros asideros?

Otra cara de nuestra reflexión, al hilo de lo comentado, es la referida a las dimensiones del ser humano. Los seres humanos somos una unidad multidimensional, interrelacionada e interdependiente. Nuestra realidad intelectual, emocional, social y corporal conforman nuestro ser. El cultivo de todas ellas es esencial para un crecimiento armónico. Este tiempo de confinamiento ha evidenciado la necesidad del cuidado de cada una de ellas. ¿Qué nos ha provocado todo esto, en relación con el reto educativo de la educación del ser, en tiempos de incertidumbre? Podemos avanzar algunas conclusiones, no definitivas evidentemente, pero sí ilustradoras. Tendremos en cuenta la importancia del cultivo de todas las dimensiones del ser humano, desde casa y desde el ámbito educativo, además de potenciar las disciplinas “tablas de salvación”, las tradicionales “marías”.

Respecto a la elaboración de una nueva programación para educar el “ser” desde el actual escenario, tendremos en cuenta:

  1. La distancia prudencial. Se hace necesario el trabajo de la intimidad, del ser, de la interioridad, del autocuidado, en la distancia. Distancia es el espacio que hay entre una persona y otra, también entre las cosas. El espacio nunca ha sido una limitación en el ser humano. Cuando lo ha necesitado, siempre ha buscado recursos para acortarlo, sobre todo a nivel emocional. Es una llamada a la creatividad. Distancia no es lo mismo que lejanía: esta nos habla de un lugar remoto o de algo que se ve de lejos. Nuestro mundo interior no está lejos, es lo más íntimo a nosotros mismos. De aquí la necesidad de su cuidado para que no se convierta en un lugar remoto o que se ve de lejos. Incluso será buen momento para aprovechar lo que los filósofos nos vienen aconsejando: que, para entender bien las cosas, debemos poner “distancia” para ver en perspectiva. Desde la cima del monte se aprecia mejor la inmensidad del bosque.
  2. Conspirar juntos. Educar el ser, nuestro interior y relaciones exteriores, desde la familia, compartiendo recursos. En estos momentos, deberemos estar más unidos que nunca en la conspiración del ser. Etimológicamente está formada por con (unión) y spirare (respirar, vivir, aspirar) es una invitación a respirar con…vivir con… juntos. Otro reto.
  3. Todas las dimensiones. Cultivar todas las dimensiones del ser humano desde lo físico y las artes, como expresión de nuestros pensamientos, sentimientos, emociones, relaciones y visiones de la vida. Por supuesto, también el imprescindible cultivo de nuestra esencia más íntima y de apertura.
  4. Cuidada selección de valores. Durante este tiempo se han manifestado una serie de valores fundamentales: el respeto, el cuidado de uno mismo, de los demás y de la Naturaleza, la solidaridad, la cooperación, la compasión, la alegría, la fortaleza, la esperanza, el agradecimiento, la unidad, la bondad. Nuestro proyecto de educación del ser, del mundo interior y relacional, tendrá que estar teñido de estos valores esenciales.

Para terminar, recordamos -etimológicamente volver a pasar por el corazón-las claves que nos daba el Informe Delors respecto a la educación del siglo XXI: Aprender a conocer, a hacer, a convivir y a ser. En la educación del ‘ser’, de nuestro mundo interior y relacional nos jugamos la vivencia de nuestra vida como digna y feliz. “Quédate en casa”, vive desde tu ser y, desde ahí, puedes salir a la calle, al mundo.

Aunque tengamos otras pre-ocupaciones durante estos tiempos de incertidumbre, no deberíamos olvidar esta ocupación esencial.

Lorenzo Sánchez
Colegio Montpellier de Madrid