El pasado 22 de febrero impartí un curso acelerado de cómo montar un proceso de Gestión ambiental en un centro educativo en la sede nacional de Escuelas Católicas en Madrid.

La Educación en Sostenibilidad es uno de los grandes retos que tiene la educación en el mundo, no solo en nuestro país. A menudo se utiliza indistintamente Educación Ambiental y en Sostenibilidad, como sinónimos. Es comprensible, pero no es lo mismo. La variable ambiental es una de las tres que conforman la Sostenibilidad (las otras dos, como sabemos son la Social y la Económica). Quizá se han cargado más las tintas en la variable Ambiental porque tiene algo propio y característico que las otras dos no tienen: su tiempo propio.

Si realizamos una actuación negativa en el ámbito económico o social, en más o menos años podemos revertir sus efectos (algunas veces muy adversos y de muchos años). Pero el medio ambiente tiene su propio ritmo de recuperación de ecosistemas (generalmente muchos años) o de sustitución de unos ecosistemas por otros cuando ello es factible (cientos o miles de años según el daño y/o sustitución). Es por ello que el ser humano tiene que calibrar muy bien sus intervenciones en la naturaleza y estudiar muy bien el impacto que sus actividades económicas y sociales puedan tener en ella. ¡La naturaleza no se arregla cuando nosotros queramos! Salvo a costes que no nos podemos permitir.

Si queremos formar futuras personas con visión global (planetaria), la formación en sostenibilidad debe estar incluida en nuestro Proyecto Educativo de Centro. Hay dos corrientes en la formación en sostenibilidad. Una es la que apuesta por incluir esta formación en el currículo de una manera evaluable. Algo así como lo que ocurre con asignaturas del tipo de Ciudadanía, Espíritu emprendedor… Otra corriente apuesta por actividades transversales, verticales a todo el currículo, donde el alumno aprenda modos de comportamiento y respeto hacia la naturaleza y sus semejantes, en vez de examinarse de conocimientos. Yo estoy más en esta última corriente, respetando la otra, por supuesto. Y es que no creo que el que un alumno sepa, y se le puntúe en una evaluación, qué residuos debe echar al contenedor amarillo, le aporte más que saber que no puede tirar cualquier cosa a cualquier contenedor (aunque te pregunte dónde tiene que tirarlo). La Educación Ambiental en mi opinión debe hacerse desde la más temprana edad, mediante actividades que hagan que se desarrolle en ellos una actitud de respeto en los primeros años de colegio y se grabe en su futura personalidad con total naturalidad.
Para conseguir esa actitud, nada mejor que el ejemplo. La educación de un alumno, al final de su etapa escolar, es el resultado de tres tipos de actuaciones sobre él. La del Colegio, la Familiar y la Social. El colegio puede actuar de manera directa en el alumno a través de distintas actividades; de una manera indirecta también actúa en la familia a través del alumno; y a largo plazo actúa en la sociedad en la medida en que nuestros alumnos salgan convenientemente formados y concienciados. Por eso creo que es una buena idea proponer a los centros educativos un Proceso de Gestión Ambiental y de Sostenibilidad.

Es necesario que los alumnos desde los cursos de Infantil se hagan corresponsables con la gestión ambiental del centro. Aunque haya más simbolismo en ello que necesidad. Esto último, la necesidad, es algo en lo que insistí en el curso. Un colegio no va a ser más sostenible por tener o no un plan de gestión ambiental. Son sin duda otros, los factores que marcan el futuro de un centro. Después de todo, no somos una cementera, ni un matadero municipal donde nuestra actividad claramente tiene un impacto en el medio ambiente. Entonces, ¿para qué un plan de gestión ambiental? Sencillamente, para predicar con el ejemplo a nuestros alumnos, a parte del ahorro que puede suponer el controlar gastos de agua, electricidad, gasóleo, etc. Y si además se hace partícipe al alumnado mediante actividades adecuadas a su nivel, pues miel sobre hojuelas.

Nuestro Colegio Divina Pastora de León es un centro de la Red de Centros EducaEnEco, iniciativa a la que se ha sumado la Junta de Castilla y León a la que pertenecen aquellos colegios públicos o privados que están por la Educación Ambiental. Hasta ahora, teníamos una Agenda 21 Escolar donde desde hace unos cinco años encajábamos aquellas actividades sociales y ambientales con alumnos y familias a través de un Foro Escolar de Sostenibilidad. Actualmente estamos migrando dicha agenda hacia una Agenda 30 Escolar, también propia, orientada a la Agenda 30 que la ONU ha propuesto para el conjunto de naciones. En dicha Agenda 30 se proponen 17 objetivos a perseguir para el 2030 de este siglo.

Son 17 objetivos mucho más concretos que los que se planteaban en la Agenda 21. En ellos podemos ver la preponderancia de objetivos sociales frente a los ambientales, que también los hay como es lógico. Solo a las sociedades con justicia social y que hayan alcanzado un mínimo estado de bienestar se le pueden exigir desarrollos económicos e industriales razonables y compatibles con el medio ambiente. Cuando en el viejo continente casi hemos acabado con las reservas forestales para nuestro desarrollo, no es muy ético pedir a otros países de economías incipientes que respeten sus bosques, salvo, que nos planteemos de forma global el problema y encontremos con ellos la solución pagando parte de su desarrollo en forma de bienestar social, cultural y económico (lo de la deuda, está claro que no ha funcionado).

En esos 17 objetivos, los colegios tenemos un marco muy bueno en el que encajar muchas de las actividades de educación en sostenibilidad que ya hacemos. Actividades de compromiso social, voluntariado, y, por supuesto, Educación Ambiental.

Es por ello que animo a que haya más centros por la Educación en Sostenibilidad y el medio ambiente.

Manuel Sirgo Álvarez
Colegio Divina Pastora – León