Las crisis vertiginosas e imprevistas que nos tocan vivir en la actualidad nos urgen a volver a prestar especial atención al bienestar de nuestras comunidades educativas y es por ello que la salud mental, cuyo Día Mundial celebramos hoy 10 de octubre, es uno de los temas más tratados durante los últimos años. Es bien sabido que, tras la pandemia, las problemáticas en el ámbito de salud mental de los niños y adolescentes se han disparado y las han hecho todavía más visibles. Instituciones, docentes y orientadores les estamos poniendo foco para intentar ofrecer una ayuda para la que en muchos casos no estamos del todo preparados y para la que nos faltan apoyos y recursos, sobre todo de las administraciones competentes. 

Sin embargo, en las últimas semanas se han dado a conocer diversos informes que han puesto el punto de mira, por fin, en los eternos olvidados en muchos de los casos por parte de la sociedad: los profesores. En estos estudios se han recogido datos que no solo acongojan, sino que apuntan hacia la necesidad de seguir construyendo centros educativos donde se cuide la salud mental de los docentes. 

Dos de las últimas publicaciones en este sentido son el informe El profesorado en España 2023, de Fundación SM, y el I Estudio nacional sobre el estado de ánimo de los docentes, elaborado de manera conjunta entre Éxito Educativo, Educar es Todo y la Universidad a Distancia de Madrid. Los datos contenidos en estos dos documentos nos ofrecen una visión que nos ayuda a proyectar hacia el futuro nuevas acciones, nuevos movimientos que no solo mejoren el cuidado hacia el alumnado, sino también de los que los cuidan.

A lo largo de esas páginas podemos destacar los siguientes aspectos:

  • Presión. Una de las principales demandas del profesorado sería el tiempo: para preparar clases, para favorecer la inclusión, para crear materiales, para acompañar al alumnado. Más allá del famoso “tienes más vacaciones que un profesor”, las circunstancias de estos en muchas ocasiones se ven sobrepasadas por el número de alumnos, por la excesiva burocracia, por la cantidad de horas más allá de las oficiales que el profesorado tiene que dedicar. Estrés y presión son los sentimientos que más se repiten entre el profesorado.
  • Falta de recursos, apoyo y reconocimiento. Los constantes cambios que se producen en la sociedad y en las leyes educativas, que requieren de la innovación en los métodos y las didácticas, ligada a la degradación y falta de reconocimiento del profesorado, hacen que la labor del docente esté en constante demanda de actualización. Actualización que en muchos casos no va acompañada del suficiente acompañamiento ni por parte de la administración ni, en algunos casos, por los equipos directivos de los centros (también saturados). Esta situación se traduce en la sensación de no llegar nunca al objetivo y de estar haciéndolo todo mal.
  • Depresión. Los dos elementos anteriores, obviamente, terminan pasando factura. Uno de cada tres docentes ha padecido falta de ilusión y dos de cada cinco agotamiento, ansiedad y depresión según el informe de El profesorado en España 2023. El 38,4% de docentes se autopercibe en un estado emocional que podría asociarse a depresión, según el I Estudio nacional sobre el estado de ánimo de los docentes. Estos alarmantes datos hacen visible la necesidad de una intervención cuidadosa, más aún si nos fijamos en el 13,12% de docentes que presenta ideación y/o intención de conductas autolesivas.

Una mirada esperanzadora

Si algo se está consiguiendo en el área de la salud mental en los últimos años, es el cambio de mirada y la normalización del diagnóstico, tratamiento y reconocimiento de dichos problemas. El fruto de estos informes no puede limitarse únicamente a la publicación de datos y estadísticas que, sin lugar a dudas, resultan preocupantes. Necesitamos ponernos en acción y buscar vías de intervención y prevención para que los que cuidan puedan realmente cuidar. Por todo esto necesitamos:

  • Establecer invariables pedagógicas, a falta de un pacto educativo nacional, que sienten las bases de lo que un docente debe saber y de los pilares que fundamentan los procesos de enseñanza-aprendizaje personalizados e inclusivos de manera independiente a la ley educativa. 
  • Optimizar tiempos y reducir cargas. Disminuir la cantidad de documentación a rellenar; automatizar ciertos procesos y mejorar los recursos que se utilizan desde las administraciones para realizar el control de los mismos.
  • Formar y acompañar a equipos directivos, inspectores educativos y administraciones responsables en aspectos tan cruciales como el liderazgo humanista y del cuidado. Necesitamos que nuestros guías tengan la mirada en el horizonte, pero también en cada paso. Una visión holística que no solo se preocupe de la supervivencia, buena marcha o corrección del día a día en los centros educativos, sino que sea capaz de valorar también las necesidades y estado de ánimo de docentes y alumnado.
  • Dotar de recursos suficientes en materia de salud mental. No solo para una intervención directa cuando ya se ha realizado el diagnóstico, sino en la prevención y en el fomento de una buena salud mental. La presencia de orientadores y psicólogos en los centros es cada vez más necesaria, no solo para apoyar el proceso de enseñanza-aprendizaje sino para acompañar a los profesores. Es urgente y necesario realizar una verdadera apuesta por una amplia y suficiente dotación de profesionales de la Psicología y Psiquiatría que puedan fortalecer el trabajo especializado en la sanidad pública.

Debemos hacer frente a esta nueva realidad que poco a poco se nos está dando a conocer, trabajando de manera conjunta y siendo empáticos ante estas necesidades. En esencia, de lo que se trata es de tomar conciencia de nuestra ineludible misión de cuidar de nuestras comunidades educativas. Mirar hacia otro lado sería dejar de alcanzar nuestro propósito de ser escuela samaritana para todos. 

Rafael Molina
Irene Arrimadas
Departamento de Innovación Pedagógica de EC