Últimamente me están preguntando muy a menudo porqué elegí trabajar en educación especial. No se bien la respuesta, desde que alcanzo a recordar, tenía claro que quería trabajar con niños sordos, y no encuentro ninguna explicación para ello. Me informé de qué estudios necesitaba para conseguirlo y donde tenía que ir para hacerlos, tuve la suerte de tener la carrera en la puerta de casa, en Zaragoza.

Cada día para llegar a las clases pasaba por la puerta del Colegio La Purísima para niños sordos y soñaba que un día sería parte del proyecto de ese colegio, hice las prácticas y me quedé…así hasta hoy, hace ya 17 años.

En medio de todo eso, en los veranos, durante tres años, pasaba mis dos meses de vacaciones en un voluntariado en la Selva Central de Perú. Trabajaba en una escuelita de educación especial, de niños sordos… acompañaba a las profesoras en las aulas y juntas veíamos la forma de seguir dando lo mejor a todos esos niños; visitábamos sus casas y a sus familias intentando convencerles de que ellos también podían; vivía con las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, que me enseñaron con el ejemplo lo que era vivir con sencillez, acompañar con alegría, abrir su casa a los que como yo y tantos otros llamábamos a su puerta… me ayudaron a descubrir y a vivir el mundo desde otra perspectiva, tanto fue así que siempre digo que una buena parte de mí se quedó allí y que hay muchas veces que me estira del jersey y me recuerda que en este, que llamamos primer mundo, en el que vivimos, también podemos, tenemos y debemos saber caminar desde esa sencillez y esa gratitud que la Selva de Perú depositó para siempre en mí.

He tenido la suerte de crecer en una familia que ha sido y es mi soporte vital, de crear una familia que me hace sonreír y dar gracias cada mañana y me he ido encontrando en la vida personas que han sabido destapar mis talentos y creer en ellos aun cuando yo no lo he hecho. Gracias… sin vosotros, nada hubiese sido posible.

Y además, ¡soy de esas afortunadas que disfrutan de su trabajo!, me encanta retar a los alumnos, a pesar de ser consciente de sus dificultades, me gusta encontrar el mejor camino para trabajar esos objetivos que juntos llevamos entre manos, me obligo a estar al día en todas las cosas que puedo para que siendo conocedora de todas ellas, pueda elegir las que mejor se adaptan a lo que queremos conseguir juntos.

Todo esto es bueno para ellos y nos permite aprender juntos; pero mentiría si no digo que para mí es un extra importante. Me implica mucho esfuerzo, un aprendizaje autodidacta, horas de explorar, de reflexionar y de llegar a conclusiones que a veces aplico y salen bien y otras que solo me dicen que hay que volver a empezar… pero no me rindo y sigo buscando, porque quiero seguir caminando con ellos, porque tengo claros mis objetivos de rehabilitación auditiva y lingüística y quiero llegar a ellos.

Así soy y así trabajo, o por lo menos lo intento. Y en ese intento, y en ese sueño de formar parte del proyecto del Colegio La Purísima de Zaragoza, pasé por estar de voluntaria dando apoyo en las aulas y el comedor, por ser auxiliar en la etapa de Infantil, por estar atendiendo a los internos que por entonces había en el colegio, tutora del aula de atención temprana de dos años y últimamente tutora de grupos de combinada en Infantil y tratamiento individual en Primaria, entre otras muchas cosas.

Yo creo que cuando unos padres te nominan a los premios Educa Abanca como mejor profesora del año, como me acaba de pasar, no solo se refieren a las notas de sus hijos o a que los hagas más o menos felices… sino a muchas cosas, situaciones, acompañamiento, forma de hacer y de ser, valores personales añadidos… que han hecho que merezca la pena caminar juntos.

Y es así, en ese caminar, como fue surgiendo una forma de trabajo, que llevaba detrás todo lo que os he ido contando y a lo que se sumaban metodologías como la Verbotonal, que me enseñó la importancia de muchos aspectos en los que nunca había pensado y sin los cuales hoy ya no sabría trabajar (la importancia de lo suprasegmental, del cuerpo como emisor y receptor del sonido, la globalidad del lenguaje y su rehabilitación…tantas cosas…). Trabajo que he ido haciendo en grupo y en sesiones de tratamiento individual tanto en Infantil como en Primaria.

De esa suma de ideas, intenciones, ganas, incertidumbres, miedos, retos… hace cuatro años empezamos en el colegio a conocernos con unas nuevas herramientas TICS (iPads, robótica, programación, realidad aumentada, realidad virtual…). No sabíamos muy bien cómo usarlas, y menos aún en educación especial, porque al final de lo que se usa en centros ordinarios nos sirven pocas cosas.

Tenemos que buscar mucho, coger lo mejor de ese mucho, pensar en nuestra realidad, reflexionar y ver si será bueno integrarlo en nuestro colegio; ver qué nos va a aportar a nuestra forma de educar, si es posible para nuestros chicos… y en esas me encargan llevar adelante el proyecto (sabíamos que era un buen camino pero no sabíamos como recorrerlo).

Así que poco a poco, empiezo a aprender de forma autodidacta sobre mil cosas, cogiendo lo que creía mejor de todo lo que me iba encontrando, aprendiendo de los niños y de todo lo que me rodeaba, porque tenía que elaborar un camino que antes no estaba escrito para nuestras aulas, pero que ya formaba parte de la vida de nuestros alumnos.

Se convirtió en un sueño en el que me sentía feliz, luego en un reto que me exigió, y me exige, un buen trabajo extra que muchas veces ni se ve; poco a poco en una realidad que me dio un montón de alegrías con los niños, esperanza y ánimo con algunas de mis compañeras, soledad con otros que no querían o sabían entender el camino y menos aun compartirlo… pero hoy, cuando echo la vista atrás, me doy cuenta de que mereció la pena integrar la innovación educativa con el uso de herramientas digitales, la programación y la robótica, en la rehabilitación auditiva y lingüística de nuestros niños sordos y con problemas de lenguaje.

Hoy, la innovación educativa, el trabajo con herramientas digitales, con programación y robótica son una realidad en nuestro colegio que ha supuesto el esfuerzo de muchas personas, el seguir creyendo en ello cuando a veces nos han faltado las fuerzas, el reto de tener que adaptarnos a estas herramientas que se nos han colado en las aulas… pero se ha conseguido, porque todos en el cole creemos en nuestros alumnos, en sus posibilidades y en buscar la mejor manera de acompañarles en su camino curricular y rehabilitador.

En medio de esos pequeños retos, convertidos en la realidad de pequeños pasos, en octubre me llega una de las noticias que más alegría me dio profesionalmente, y es que la feria Simo Educación quería darme el premio a la Innovación educativa al mejor proyecto Tic Educación inclusiva, igualdad y diversidad con el título «Nuevas voces, ¡nuevos retos!”. Llevaba tres años acudiendo a Simo, primero desde la inexperiencia y el asombro de poder contar mi sueño en una feria como esa; luego de la mano de Escuelas Católicas respirando el cambio de la “Ticspiración”; nos hicieron sentir héroes creyendo en nosotras, pero héroes de los que a pesar de todos los monstruos que nos rodean cada día, tienen el valor de seguir con sus sueños, gracias Escuelas Católicas por acompañarnos y creer en nuestro sueño. Han sido, junto con las clases cada día con mis alumnos, momentos en los que he sentido que todos los esfuerzos merecen la pena.

Casi a la par, una madre se entera de los premios Educa Abanca, en los que eligen al mejor docente de toda España en cinco categorías (Infantil, Primaria, Secundaria, Universidad y Formación Profesional), de entre las 1.300 propuestas de nominación que reciben, bajo una baremación completa y exhaustiva, seleccionan a 10 de cada categoría y cual es mi sorpresa que entre los 10 finalistas en la categoría de Infantil, estoy yo. Primero pensé que era una broma, porque no sabía ni que esos premios existían, no sabía que los padres de mis alumnos me habían nominado… fue tan de sorpresa que costaba creerlo.

Luego empecé a leer, investigar y ya nos fueron llegando los correos de la organización explicándonos todo lo que había pasado y lo que iba a pasar.

Cuando ya aterricé, me di cuenta que el premio ya lo había recibido y que no podía pedir más; cuando has acompañado a unos niños en su viaje por la dificultad, por el reto de levantarse cada día diferente a los demás, a unos padres en el camino de la educación de su hijo, de ayudarles a creer que es posible, que ellos también pueden… además el hacerlo te ha hecho tremendamente feliz y son esos padres los que te dicen: “Gracias Noelia, porque mereció la pena”, pues no hace falta más.

Solo seguir trabajando, disfrutando, acompañando y creyendo en los sueños, porque a veces, cuando los deseas mucho… ¡se cumplen!, os lo aseguro.

Noelia Cebrián
@noeliacebrián