“Llevo tres semanas de teledocencia y nunca había trabajado tanto. Mi curva de aprendizaje digital está por los cielos. ¡Está siendo un auténtico reto! En mi centro publicamos cada día lo que van a hacer los alumnos y no es fácil diseñar planes motivadores, inspiradores y que sirven a cada uno. Pensando en los padres que teletrabajan, hermanos y hermanas que también necesitan el ordenador para hacer sus tareas, hermanos pequeños que distraen… las actividades deben poder realizarse de la forma más autónoma posible, pero ayer tuve 17 conversaciones telefónicas con alumnos, 8 con padres, contesté 10 mensajes de texto y 4 correos electrónicos, además de cuatro videoconferencias con mi departamento, el equipo directivo y los servicios sociales”.

Así resume su experiencia de teledocencia una maestra de Primaria en Noruega. Profesores de todo el mundo se han movilizado para seguir dando clases sin aula, sin material, sin tiempo para organizarse y prácticamente sin ayuda. Del día a la mañana, sin preparación ni previo aviso, han tenido que dar un paso hacia el futuro. Una transformación que hubiera tardado años en materializarse se ha realizado en un instante, dotando de nuevo significativo la palabra “docente”: maestros, con actitud de aprendiz, que se buscan la vida para (desde su salón, con sus recursos y a pesar de situaciones personales y familiares a veces difíciles de compatibilizar) ofrecer a su alumnado la mayor normalidad posible en su escolaridad.

Grupos, hilos, canales, hashtags, directos, webinars… En las redes se ha visto generosidad y colaboración sin límites de profesores formándose y formando a otros, regalando buenas prácticas, compartiendo herramientas e inquietudes. A la vez, editoriales, empresas tecnológicas, plataformas de aprendizaje, museos, teatros, etc. ofrecen gratuitamente sus servicios y productos en línea mientras dure el confinamiento. Desde Escuelas Católicas, también, hemos hecho lo que hemos podido para apoyar con la teledocencia y otras cuestiones a las que se han tenido que enfrentar ahora nuestros centros. El coronavirus ha movilizado a la comunidad educativa de una forma que no tiene precedente.

Desde mediados de marzo se han dado clases sin colegio. Es un logro digno de admiración que demuestra el compromiso y el sentido de posibilidad del profesorado. Profesores, cada uno sois estrella. Ha sido un buen inicio y, como siempre cuando se aprende algo nuevo, lo normal es que haya margen de mejora. Estos son mis cinco deseos para la teledocencia.

Primer deseo: Teledocencia en equidad

El mundo digital ofrece un sinfín de oportunidades. Sin embargo, “uno de cada tres alumnos no puede seguir las clases virtuales porque no tiene ordenador o Internet en casa, según datos de CC.OO.”, como escribe El País. Además, no todos los padres pueden apoyar a sus hijos en su aprendizaje (ya sea por falta de conocimientos, tiempo o interés). Durante estas semanas, ¿cómo hacemos teledocencia sin dejar a nadie fuera?

Me uní hace poco a un grupo de WhatsApp llamado “enseñar sin internet”, esperando encontrar ideas. Como yo, entran en el grupo muchas personas, pero de momento hay más preguntas que respuestas. La organización TeachforAll está haciendo un mapeo de lo que se está haciendo para superar las limitaciones tecnológicas. A modo de inspiración, estas son algunas de las soluciones que se están proponiendo en distintos países:

En Kenya, Ghana y Costa de Marfil, la empresa Eneza se ha aliado con una teleoperadora para que los alumnos puedan acceder a contenido curricular vía SMS a muy bajo coste (están trabajando para que el servicio sea gratuito).

En Estados Unidos, se está experimentando en una zona ofreciendo módems a los alumnos más necesitados. En Eslovaquia, se ha planteado solicitar donaciones de móviles y facilitar tarjetas SIM con datos para alumnos que lo necesiten, mientras que en España se acaba de anunciar que se pondrán líneas móviles de 40 Gbs mensuales a disposición de los alumnos de Bachillerato y Formación Profesional con mayores dificultades para acceder a medios tecnológicos.

En Bulgaria, España, Tanzania y muchos países del mundo se transmiten clases, documentales para niños y programas educativos alineados con los contenidos curriculares en canales nacionales de televisión. En otros países donde no todos tienen pantalla, como en Kenya y en Gambia, el Ministerio de Educación se ha aliado con emisoras nacionales de radio, mientras que en Nigeria, son 48 profesores de Teachfor Nigeria los se han unido para grabar sesiones de audio para todos los cursos de Primaria, para ser transmitidas en una emisora del gobierno.

En China, muchos profesores crearon grupos de WeChat (programa parecido a WhatsApp) para comunicar directamente con las familias y en Filipinas utilizan grupos parecidos para enviar las clases mediante notas de voz.

Lo que muestran estos ejemplos es que todos podemos hacer algo. La situación de las últimas semanas ha puesto en evidencia la brecha digital y se está buscando soluciones para reducirla. Mientras tanto, está en las manos de cada uno de nosotros, miembros de la comunidad educativa, buscar soluciones creativas para poder llegar a todos.

Segundo deseo: Teledocencia para un aprendizaje significativo y competencial

Cuando tenemos tan poco tiempo para cambiar la forma de dar las clases, lo más urgente es hacer algo y lo más fácil es reproducir el modelo de clases que ya conocemos. Para algunos, es dar la clase por videoconferencia y deberes a entregar digitalmente. Otros optan por el modelo de “clase invertida”, con explicaciones en vídeo y ejercicios para verificar la comprensión, ya que es un formato eficaz para enseñar nuevo contenido a distancia. Y siempre queda la opción del libro de texto, indicando páginas a leer y ejercicios a resolver.

Lo cierto es que, al no tener las mismas restricciones de horario, de material y de espacio que tenemos en un centro, existen muchas oportunidades de aprendizaje que se podrían aprovechar mejor. ¿Estamos permitiendo que los alumnos aprendan a organizar su tiempo? ¿Estamos desarrollando su autonomía? Tal vez sea éste un buen momento para que desarrollen proyectos personales, experimentos o investigaciones sobre temas que les interesan. En vez de centrarnos en introducir más contenido nuevo, ahora podemos anclar bien los conocimientos previos y tenemos una oportunidad para una personalización más profunda.

Elaborar una maqueta, crear un tutorial, inventar un juego, grabar una película, cocinar, dibujar… para alcanzar los objetivos curriculares existe un mundo de posibilidades. ¿Se está aprovechando esta situación para repasar y profundizar en lo que los alumnos saben sobre el sistema inmunológico, sobre funciones exponenciales, sobre eventos históricos relevantes…? Ellos son los médicos, los políticos, los profesores, los periodistas y otros profesionales de mañana, y seguramente les esperan retos, tal vez alguno como este. ¿Qué están aprendiendo de esta situación? En el colegio se hacen esfuerzos para impulsar un aprendizaje conectado con la vida real. Ahora que el aprendizaje se realiza fuera del colegio, aprovechemos la oportunidad para hacer realidad la educación que tanto queremos.

Tercer deseo: Teledocencia sin monopolio de pantalla

Videoconferencias con alumnos, pizarras interactivas, vídeos explicativos, cuestionarios digitales… Las herramientas digitales nos están salvando y están haciendo posible un proceso de enseñanza-aprendizaje versátil y completo, pero no sin efectos secundarios. ¿Cuánto tiempo están pasando nuestros alumnos frente a la pantalla a la semana? ¿Cuánta tensión creamos en los hogares cuando toda la familia se tiene que pelear por usar el ordenador? Sé de alumnos que pasan toda la jornada lectiva conectados por pantalla con el profesor que toque, y que luego tienen deberes que son totalmente digitales. Cabe cuestionarse qué mensaje les estamos transmitiendo y qué alternativas existen.

Una ventaja de las nuevas tecnologías es que no todo el aprendizaje tiene que ser síncrono. Ofrecen la posibilidad de flexibilizar los tiempos y dejar más espacio para trabajar de forma autónoma y a su propio ritmo. Utilicemos las pantallas cuando sea necesario y cuando hacerlo aporte valor, pero no nos olvidemos de que el mundo analógico está lleno de experiencias a vivir y de las que aprender.

Cuatro deseo: Teledocencia que cuida a la familia

Qué pocas veces tenemos la ocasión de parar. El confinamiento podría ser un momento único para la reflexión, para pasar tiempo de calidad en familia, para conversar, para respirar, para ser creativos… ¿A qué precio tienen que ser prioritarios los contenidos académicos?

De momento, nadie ha puesto el currículum en cuarentena y toca seguir avanzando. ¿Es posible hacerlo con cierto equilibrio, priorizando lo más importante? En Suiza, se está pidiendo que los profesores bajen el ritmo para reducir la presión que viven las familias en una situación que por sí misma es complicada. Seguro que algunas familias aquí en España también lo agradecerían.

Quinto deseo: Teledocencia que acompaña emocionalmente

Estamos viviendo un momento histórico excepcional. Muchos de nuestros alumnos están de duelo, muchos están preocupados por la salud de sus familiares o tienen padres que han perdido el empleo y que están llegando al límite de sus posibilidades, viviendo con angustia la incertidumbre de la situación. Algunos están encerrados en casas donde hay abusos y violencia, y sueñan con volver a encontrarse con sus compañeros. Las videoconferencias no son solo un momento para dar clase: es un momento para la escucha, para compartir, para reconectar y para estar juntos en un contexto que para algunos es de miedo y de soledad.

Educar es estar constantemente buscando equilibrios y respondiendo a demandas complejas. Sigamos buscando en este tiempo de teledocencia una educación cada día más humana, más significativa, más equitativa y más cercana. Y, sin que robe todo el protagonismo, la tecnología está ahí para ayudarnos a conseguirlo. Aunque estemos cada uno en nuestra casa, nunca habíamos estado tan unidos y conectados. Será emocionante ver lo que juntos vamos a alcanzar.

ElineLund
@Eline_BL