Estoy terminando la jornada de trabajo. Es lunes. Pero no un lunes cualquiera… Esta noche por fin llegará el verano, y sin lugar a dudas eso hace que se dispare en nuestras neuronas el sabor a vacaciones.

He mirado por encima la prensa digital. Lo político lo inunda todo. Normal. ¿Alguna otra referencia? los resultados de la Eurocopa, y algunos cotilleos de menor importancia. Curioso… sobre lo que quiero escribir no encuentro nada en páginas principales… ¡qué triste!… ¡siempre me pasa lo mismo!

Hoy es el Día Mundial del Refugiado y aunque este post no se publicará hoy, no quiero que se me escape la oportunidad de escribir y reflexionar sobre ello. No caeré en la tentación de ser el primero en decir “refugees welcome”, hablar de “internacionalismo” (que con toda modestia confieso no sé lo que es), o rasgarme las vestiduras “a lo Sumo Sacerdote” ante la pasividad de Europa… para inmediatamente después de decirlo, seguir con mi vida como si nada pasara.

Es curioso como Europa es capaz de superar sin disimulo las fronteras de su incapacidad política. Parecía que la prueba de tener que afrontar una guerra en el corazón de Europa pondría el músculo europeo en acción… pero no fue así. La guerra de Yugoslavia y sus terribles matanzas, violaciones, genocidio ocurrían a pocos kilómetros de Bruselas, pero no éramos capaces de hacer nada. El horror de la guerra quizá era demasiado fuerte para poner a prueba a una unión política y económica. Sin duda el reto tendría que ser en ese campo y por lo tanto qué mejor que una Constitución Europea… ¿alguien se acuerda de qué pasó con aquel texto? Sí, el segundo gol por la escuadra. Pero como no hay dos sin tres, fuimos capaces de hacer una unión monetaria (¡al menos lo económico!) pero… una parte de los miembros del club no entraron, y la otra parte no se pone de acuerdo en cómo gestionar la necesaria consolidación fiscal. Vamos, que parece que juguemos a lo que juguemos los europeos… no tenemos mucha suerte en los partidos. Es cierto que el orden de los temas no es el histórico, pero para esta reflexión en voz alta me sirve. Por no hablar de la reciente decisión de Gran Bretaña de abandonar la Unión Europea.

Quizá en la Eurocopa, que  estos días está jugándose en Francia, podamos sacar algo en limpio, además del terrorífico espectáculo de violencia callejera de aficionados de diversas naciones que bajo el campeonato de fútbol sacan a relucir sus mejores técnicas de guerrilla urbana. Si Adenauer, Schuman, Monnet o De Gasperi levantaran la cabeza…

Bueno, tal vez en el Continente precursor del Bienestar Social tuviera que ser un tema de esa índole el propio para manifestar identidad. Un tema social. Pues bien… llevamos dentro de nada un año con los refugiados agolpados a las puertas de Europa, avisaron que llegaría el invierno (de hecho ya estamos en verano), las mafias hacen negocios millonarios con las personas… y aquí seguimos.

Es curioso que sigan las pancartas de Refugees Welcome colgadas, quizás un poco descoloridas por el sol y la lluvia, a modo de las escenas de “Bienvenido Mr.Marshall”. Aquí pancartas, lemas, tuits y declaraciones grandilocuentes las que quieras… pero refugiados, lo que se dice refugiados… ninguno.

Me llama terriblemente la atención lo fácil que pretendemos resolver todo este problema. Están los que dicen “puertas abiertas”… Así, sin más, a todos, a cualquiera, donde sea, como sea… pero luego seguro que no intervendrán en el lento proceso de integración, diálogo, acogida y esfuerzo que se exige a una sociedad que, de verdad, quiere hacer posible y viable una integración. Dicen que una cosa es predicar y otra dar trigo… Por suerte muchas instituciones de Iglesia hacen las dos, pero ojo, las dos. Una sociedad blanda alentada por lemas fáciles y emotivos sin duda es capaz de reaccionar de forma espontánea, casi de la misma manera que surge manto verde sobre una colina seca al recibir la lluvia… pero del mismo modo se agosta al primer rayo de sol.

¿Qué rayos de sol? No es la canción del verano. Esas personas tendrán que tener trabajo (¡el trabajo primero para los españoles!), tendrán que tener acceso a la sanidad (¡con las listas de espera que ya hay!), y además acceso a la educación (¡se llevarán ellos todas las becas y ayudas de libros o comedor!), y qué duda cabe que muchas ayudas o prestaciones sociales pasarían a ellos directamente dada su crítica situación (¡lo de los españoles para los españoles!).

Es complicado poner soluciones a problemas de semejante calado. Cuando Europa ha sido incapaz de afrontar las situaciones de guerra y conflicto, y sus masivas consecuencias de desplazamiento de personas, o cuando no se esfuerza en combatir la pobreza con políticas decididas de cooperación al desarrollo, y pensamos que basta con controlar “playas y vallas”… entonces nuestro sentimentalismo se reduce a balbucear “welcome” y pensar que acogiendo, no sabemos muy bien cómo ni dónde ni por cuánto tiempo, nuestra conciencia se acalla y vuelve a ronronear en su sueño cómodo.

Ya. Es demasiado fácil hablar, hablar, hablar… es más, parece que basta con hablar. Luego ya hacer lo que se dice hacer… Mirar el problema de los refugiados requiere responder sinceramente al anhelo más grande de estas personas. No al más urgente. El más urgente es evidente: tener un sitio donde poder estar con su familia, poder comer, poder tener medicación. Obvio. Pero el verdadero anhelo, no nos equivoquemos, sería volver a su tierra, a su ciudad, a su vida. Ninguno ha salido por propia voluntad (si no, estaríamos hablando de inmigración), y por lo tanto o miramos a la cara la verdadera razón y causa del problema, o estaremos poniendo sólo vendas sobre una herida no curada.

Eso sí, parece que los europeos somos expertos en no mirar a la cara a la realidad, nos molesta tanto… y sin embargo nos tranquiliza acoger a unos cuantos, al modo de aquellas acciones de caridad denostadas tipo “ponga un pobre en su mesa”. Qué triste que nos tomemos tan poco en serio la dignidad y el valor inigualable de tantas personas.

Javier Poveda