Cuando me enseñaron el lema del XV congreso de Escuelas Católicas la verdad es que me quedé sorprendida. En primer lugar, porque comenzaba con un símbolo # (almohadilla) que aunque ahora es el gran protagonista por su uso en redes sociales para etiquetas y hashtags, no me dejaba de sorprender. Además de esto, una palabra en latín, Magister. ¿Qué estaba pasando? ¿Esto también tenía que ver con la innovación? Y para rematar, un sublema: “Educar para dar Vida”. Esto es lo que más me descolocó, “dar vida” ¿La vida no la dan los padres?  ¿Los educadores también dan vida? Por todo esto cuando Victoria Moya, directora del Congreso, me preguntó si me gustaba el lema, no supe qué contestar.

Después llegó el cartel. Me lo pusieron delante y mi cuerpo se estremeció. No, no, no es exageración, era una mezcla entre rechazo y extrañeza. Tuve que cerrar los ojos y volver a mirarlo. Desde luego, no dejaba indiferente, pero pasados dos minutos el cartel empezó a cobrar vida ¡Era genial! La propuesta era increíble, reflejaba un montón de elementos que creo que tienen que estar presentes en nuestra escuela, y empecé a darles vida en mi cabeza y desde mi boca empezó a surgir esta historia…

Soy Magistra, una mujer de mi tiempo, pero que con el paso de los años y la experiencia me he convertido en la imagen que te va a acompañar durante todo el congreso de Escuelas Católicas.

Te quiero presentar varios objetos que por sí solos quizá no te digan nada, pero que tienen mucho significado para mí. En la vida de un maestro van surgiendo miles de historias, cada una de ellas configurada por sus protagonistas. Unas nos hacen llorar y otras reír; con algunas sufrimos y con otras disfrutamos, como en la vida… pero cada una de ellas deja un poso que hace crecer y formar al auténtico maestro.

A cada alumno hay que conseguir hacerle brillar. Cada niño tiene unas necesidades, habilidades y carencias, y la misión de un educador es saber llegar a ellas y poner el foco tanto en lo que les hace brillar como en lo que a veces se queda en penumbra.

Para conseguirlo hace falta empatizar e intentar llegar al corazón del niño. Hace falta una llave maestra, una llave del conocimiento que va creciendo con los años, que abre los candados que todos tenemos y nos liberan… de tantas cosas. Una llave para que la libertad, la confianza y el amor crezcan y eduquemos para “dar vida”.

No podemos olvidarnos de lo trascendente en nuestros colegios. Ese carisma que debe ir calando en cada uno, al igual que la semilla germina en la tierra para dar vida. Al igual que la tierra gira y cambia, nuestra tarea va cambiando en cada momento, no podemos estancarnos con lo aprendido en tiempos pasados… no, sería un gran error. Tenemos que seguir aprendiendo y seguir empapándonos de todo lo nuevo, estar al día y saber adaptarnos a los nuevos tiempos, de ahí esa mano puntero que trabaja incorporando la tecnología, la innovación y todo lo nuevo, sin olvidar todo lo aprendido adaptándolo a la escuela actual, a los niños de ahora, que al igual que nosotros han ido cambiando.

Hasta aquí la historia de Magistra y su cartel. Os animo a mirarlo, a dejar que os hable y os cuente y a que cree en cada uno vuestra propia historia y, cuando llegue noviembre, compartir en el congreso experiencias y reflexiones que nos irán haciendo crecer con cada uno de nuestros ponentes.

Tenemos una cita. 14, 15 y 16 de noviembre en Madrid. Te espero, allí podrás también conocer a Magistra.

Paloma Ramos
@pramos_p