Como docente con más de 26 años de experiencia en aulas: con niños, jóvenes, adolescentes, padres y compañeros de claustro, confieso que me siento algo incrédula cuando se habla de pacto en educación. Ya llevo a mis espaldas muchos cambios: leyes, proyectos, innovaciones y novedades. Algunas nos han conducido hacia una adecuada reorientación, casi siempre muy parecida a lo que llevábamos años haciendo. Otras han sido, como se suele decir, el mismo vestido pero con otro nombre, y otras muchas más, sandeces que nos han acercado al precipicio. La palabra pacto me produce tirria, cierta pereza y hasta atragantamiento intelectual. Y no es porque no lo considere importante, que lo es, sino porque se han levantado pactos-castillos que han caído por su peso haciendo ruido y que para el docente, a pie de guerra, han tenido consecuencias desdichadas. He vivido pactos-movedizos, pactos-descabellados y fracturados, pactos-nostálgicos… y no sé cuántos me faltan aún por asumir. Entenderán entonces mi desencanto.

Desgraciadamente estos pactos educativos deberían de partir de la base de los que bregamos y sabemos lo que tenemos delante. No hay nadie que conozca más al alumno en el aula que el docente que lo tiene ocho horas diarias. Me atrevo a decir hoy que una de las cosas que más me cuesta del trabajo conjunto con las familias es observar la distorsión que estos tienen con respecto a sus hijos. Es la batalla de la incredulidad de estos que te responden diciendo: “Usted no conoce a mi hijo”. Es lamentable querer un trabajo conjunto cuando las categorías y valoraciones por parte de estos segundos, ya está estancadas. Por esto me cuesta asimilar pactos que, en el fondo, no van al problema de raíz.

Pero confirmándome en lo anterior, el pacto considero que volverá a reproducirse desde arriba, se gestará en las mesas de despachos y entre los pasillos interesados, por firmas compradas, acordadas y por los intereses manipulados. Hoy tristemente el docente ya no puede más y, además, ni se le pregunta por su experiencia para poder hacer pacto entre partes tal y como el significado de la palabra indica. Al docente se le impone lo que se determina en el sigiloso ajuste de cuentas para las carteras educativas del país.

Ahora este nuevo pacto educativo viene de otra fuerza y autoridad moral, que desenfoca lo ajustable económicamente y enfoca hacia el antropos. No viene desde el despacho frío y desencarnado, sino de la escucha y la mirada hacia tantas generaciones sin escolarizarse en muchos rincones del planeta. Nace “después de haber pateado la calle” y de escuchar los gritos del pueblo. Esto sí que puede resultar interesante. Nace del papa Francisco y yo, como profesora de Religión, acojo con sorpresa y admiración esta iniciativa que no se enmarca desde directrices echadas al aire, sino desde una necesaria reflexión y, por supuesto, contando con los que están en el campo de batalla: maestros y docentes, más que de los que están en despachos. Deseo que sea el pacto de la reflexión, interiorización, de la verdad, de la belleza y de la bondad. Deseo que sea fructífero: que se llene el aforo de maestros liberados de esa carga que conlleva el mes de mayo en los centros educativos. Solo deseo que se les libere de rellenar documentos en los colegios para poder asistir compartiendo vida de colegio, de lo contrario, el susodicho pacto, seguirá estando en las manos de “los despachos” y se volverá insulso e incoherente.

Pero bueno… mientras tanto seguimos en nuestro campo de cultivo, sembrando. Sembrar es nuestro cometido y no recoger. Serán otros los que recogerán nuestros incansables esfuerzos por lo mínimo hoy en el aula: que sean capaces de levantar el brazo para hablar y mantener un turno de palabra y que sepan escuchar al adulto.

Siempre me cautivó cómo ilustró Francesco Tonucci, psicopedagogo y dibujante, la versión más palpable y por la que trabajamos y entramos cada día con alegría a nuestro centro escolar. Ciertamente, algún día los pupitres florecerán. Y porque sé que florecerán, sigo en la brecha y espero en estos tiempos otro pacto más anunciado.

“Reconstruir el pacto educativo global”. Ojalá lo consigas, Francisco.

Marian Aguilar
Dpto. de Pastoral de EC