Todos los profesionales que trabajamos con personas menores de edad estamos de acuerdo en un objetivo: a los/as niños, niñas y adolescentes hay que pedirles que sean valientes y ayuden a sus compañeros y compañeras si están sufriendo acoso escolar por parte de otro alumno o alumna, sin embargo, los educamos en el individualismo, en “preocuparse solo por sí mismos”, en “no te metas en líos”, en “mira para otro lado”, en “no es tu problema”, en  “que lo solucionen los profesores”, en ”no te chives”. 

Sin conciencia social y de grupo, no es posible frenar el acoso escolar.

VIVIMOS EN UNA SOCIEDAD INDIVIDUALISTA, PERO NOS SORPRENDEMOS DE QUE EXISTA ACOSO ESCOLAR.

Hace ya ocho años, desde el Departamento de Educación de Fundación ANAR -Ayuda a Niños, Niñas y Adolescentes en Riesgo- trabajamos de forma gratuita en los centros escolares la prevención del acoso escolar. Lo podemos llevar a cabo gracias a la colaboración de Fundación Mutua Madrileña.

Realizamos talleres en los que escuchamos a muchos chicos y chicas preguntar cómo es posible diferenciar los conflictos de convivencia o problemas más graves, como la violencia entre iguales, del bullying. En muchas ocasiones meten todo en el mismo cajón de sastre, cualquier situación que se produce en el aula puede ser susceptible de ser calificada bajo la etiqueta ”acoso escolar” y engullida por esta -puesto que cuando esto sucede ya no es posible analizar qué está ocurriendo-, sin ser conscientes de que cuando se enfrentan mutuamente, en igualdad de condiciones, estamos ante otro tipo de problemas o dificultades, que implican una forma de escucha, tratamiento y solución distinta. 

En ocasiones, también bajo el paraguas del acoso escolar, se esconden obstáculos personales para socializar con los iguales. Así es que ¿cómo diferenciarlo?: repetición, desequilibrio de poder e intencionalidad. La teoría parece simple, pero ¿y la práctica? En la práctica todo es mucho más complejo, intervienen multitud de variables, subjetividades, condiciones, situaciones, etc. No es sencillo concluir la apertura del protocolo.

Ayudar a un compañero/a que está sufriendo bullying o no hacerlo. Es casi el dilema Shakespeariano actual que los adolescentes se plantean ante este grave problema y no es un tema menor. ¿Cómo atreverse a dar un paso adelante cuando existe miedo?, ¿cómo resolver la duda de si hablar con un adulto va a servir para mejorar las cosas o, al contrario, va a implicar que se complique todo?, ¿cómo luchar contra la presión de grupo?, la de los iguales, esos que tanta relevancia cobran en estas etapas evolutivas. ¿Cómo confiar en que al hacerlo no se van a poner en riesgo?

Todas estas preocupaciones son lógicas y legítimas, y es necesario abordarlas y escucharlas para que encuentren estrategias que le permitan vencer el miedo. ¿Cómo pueden perderlo? Los profesionales tenemos que acercarnos a ellos y acompañarlos a pensar en la responsabilidad social: el sufrimiento de un compañero o compañera de clase me compromete. 

Ayudar solos tiene demasiado coste, ¿por qué no hacerlo en compañía?, ¿por qué no buscar al amigo o amiga en el que confían para que juntos puedan ir a hablar con un profesor/a, poner un límite al compañero/a que está causando daño a otro, invitar al que lo está pasando mal a integrarse en su grupo de amigos/as etc.?

Los adolescentes piensan en soledad, porque les hemos educado en que tienen que resolver las cosas por sí mismos, solos/as. Así, o les exponemos a enfrentarse a un miedo innecesario o hacemos que éste les paralice. Es necesario acabar con el individualismo. Para ayudar a cualquier compañero/a que está sufriendo acoso escolar, no hay que hacerlo solos, pueden hacerlo juntos, en compañía de otros.

Lo que pasa entre la víctima y el acosador se construye en el propio grupo y este tiene herramientas para poder modificar la situación.  Al igual que ocurre con la lucha contra la violencia de género, el acoso escolar es también un problema de todos y todas, no sólo de la persona que está sufriendo y la que le hace sufrir.

I Estudio sobre el ciberbullying según los afectados Septiembre 2016

En 2016 cuando comenzamos esta campaña de sensibilización para prevenir el acoso en los centros escolares, el 50,1% del alumnado percibía que podía existir bullying en su aula. En el informe que presentamos en septiembre de 2023: “La opinión de los/as estudiantes V Informe de Prevención del Acoso Escolar en Centros Educativos” solo uno de cada diez alumnos/as (11,8%) cree que hay alguien en su clase que lo sufre. Es el porcentaje más bajo de la percepción de la incidencia del acoso escolar de los últimos ocho años. Hemos visto una evolución en la conciencia de la responsabilidad social a lo largo de estos años, los alumnos/as son más conscientes de que el miedo se puede vencer apoyándose en el compañero/a en el que tienen confianza y con esa compañía acudir al adulto, o poner un límite adecuado a la persona que está provocando un daño a otra sin ponerse en riesgo, porque la compañía da valentía, la soledad bloquea y paraliza. Pero, ¿de qué límite hablamos?

Es necesario seguir debatiendo la idea tan normalizada e instaurada en nuestra sociedad en general, y en la adolescencia en particular, de la justificación de la venganza.

¿Qué significa poner un límite adecuado? Ponerlo no significa ir en contra de nadie, sino ir a favor de todos, tanto del que sufre como del que hace sufrir.  Límite adecuado no es: “el ojo por ojo ni el diente por diente”, ni la idea tan justificada por los adolescentes de “se merece sufrir en sus propias carnes el mismo daño que él/ella ha provocado porque sólo de esa forma será capaz de entender lo que ha sentido la otra persona”. No es acabar con la violencia usando violencia. 

Poner un límite adecuado es acompañar al que sufre, no dejarlo solo/a, no permitir ni tolerar que se provoque sufrimiento, pero también es dar la oportunidad al chico/a que se equivoca a relacionarse de otro modo, es decir que no a ciertos comportamiento intolerables e inaceptables, pero también decir que sí: mostrar el camino que hace posible la convivencia, que permite una relación. 

¿Para aprender hay que sufrir? ¿Sólo sufriendo se aprende? Esta pregunta que pareciera tener una respuesta única y clara es aún tema de debate entre los adolescentes. Echar mano de la venganza es como pretender resolver un problema de matemáticas que se soluciona mediante una división, aplicando multiplicación. La venganza no permite entender nada, no genera encuentros, no posibilita la convivencia. Es bueno que los profesionales que nos dedicamos a trabajar con los menores de edad nos preguntemos ¿de dónde sacan los adolescentes esta idea tan loca y cómo acompañarlos a derribarla?

Solo escuchando las ideas que los/as adolescentes tienen de un problema tan grave como el acoso escolar y debatiendo con ellos, podremos conseguir prevenir y frenar el bullying en las aulas.

Si quieres ayudar a tus alumnos y alumnas y necesitas ser orientado/a, puedes llamar al Teléfono/Chat ANAR de las Familias y los Centros Escolares: 600 50 51 52. Un servicio 24 horas de atención gratuito dirigido a aquellos adultos que necesitan ser orientados en temas relacionados con niños/as y adolescentes. Los psicólogos y psicólogas dan respuesta inmediata a cualquier problema que pueda afectar a un menor de edad. 

Graciela Sánchez
Responsable de Educación de la Fundación ANAR

www.anar.org