Hoy, 8 de septiembre, Día del Cooperante, recordamos a los misioneros que repartidos por todo el mundo trabajan por los más desfavorecidos y, en especial, a nuestra querida Isabel Solà.

Algunas veces parece que la Providencia se quiere hacer presente en nuestra vida. Bien de forma alegre, otras de forma dolorosa… y algunas de forma cuando menos misteriosa.

Unos hechos que ocurren un 2 de septiembre, que se convierten en noticia al día siguiente, y que de forma rápida comienzan a ser conocidos por todos. Un país pobre, una misionera española entregada, es brutalmente asesinada. ¿Motivo? quizá el robo, quizá… que más da. No puede haber motivo para ello…

Lo curioso, y es donde entra en juego el llamado a la Providencia, es que no estoy hablando ahora de Isa Solà, religiosa española de Jesús María asesinada el 2 de septiembre de 2016 en Puerto Príncipe (Haití), sino de Carmen Samaranch, también religiosa española, también de Jesús María, también asesinada un 2 de septiembre pero de 1983 en Ebebiyín (Guinea Ecuatorial). Justo, exacto… 33 años de diferencia… los números que de forma automática nos recuerdan la edad de Jesucristo.

Pero es que además hay dos hechos providentes adicionales. Isa Solà estuvo en Ebebiyín, su primer destino misionero, muchos años. Ella fue de las religiosas que continuaron la misión truncada por la muerte de Carmen Samaranch. Además, durante el funeral celebrado en el que fue el “Colegio” de Isa, San Gervasio (Barcelona) titularidad de la Congregación de Jesús María, otra religiosa, Judit Pereira, me dice ante el hecho de hacerle caer en la cuenta de este “reguero de vida entregada en continuidad”, que Isa Solà escribió en un boletín vocacional que en su momento de discernimiento formó parte de su “sí” y de su consagración, el ejemplo y la entrega de vida de Carmen Samaranch.

¿Cómo escribe la Providencia en nuestras vidas? No tengo muy clara la respuesta, pero sé que no lo hace de forma caprichosa o infantil, decidiendo sobre vida o muerte de forma ligera. Sé también que Dios ama profundamente la vida de todos sus hijos. Y también tengo absolutamente claro, como me enseñó una mamá en África, que al rezar “hágase tu voluntad” no debemos traducirlo de forma simplona en un “acepta y asume que todo lo que pasa es porque lo quiere Dios”, ¡muy al contrario!, justamente porque Dios no puede querer muchas cosas que pasan, le pedimos que se haga su voluntad, porque sería otro muy distinto el resultado. Debemos pedirle ser capaces de construir en la tierra su voluntad, y no todo lo que pasa lo es.

Es también, providencial, la homilía del Papa Francisco en la canonización de la Madre Teresa. “ ‘¿Quién puede comprender lo que Dios quiere?’ (Libro de la Sabiduría, 9,13). Esta pregunta nos presenta nuestra vida como un misterio, cuya clave de interpretación no poseemos. (…) Para cumplir la voluntad de Dios sin vacilación debemos ponernos esta pregunta, ¿cuál es la voluntad del Padre? (…) En muchas ocasiones los profetas anunciaron lo que le agrada al Señor. Su mensaje encuentra una síntesis admirable en la expresión. ‘Misericordia quiero y no sacrificios’ (Os. 6, 6; Mt 9,13). A Dios le agrada toda obra de misericordia, porque en el hermano que ayudamos reconocemos el rostro de Dios que nadie puede ver (Jn. 1, 18). Cada vez que nos hemos inclinado ante las necesidades de los hermanos, lo hemos hecho ante el Hijo de Dios. Hemos tocado la carne de Cristo. (…) No hay alternativa a la caridad: quienes se ponen al servicio de los hermanos, aunque no lo sepan, son quienes aman a Dios (1 Jn 3, 16-18). (…) El compromiso que el Señor pide es el de una vocación a la caridad con la que cada discípulo de Cristo lo sirve con su propia vida, para crecer cada día en el amor”.

Servir con la propia vida como expresión del mayor amor. ¿Cabe alguna meta u objetivo más alto? ¿Podemos imaginar mayor amor? El amor lo tenemos tan envuelto en celofán y en imágenes de cine, tan mal usado el término y tan simplonamente mancillado, que no somos capaces de vislumbrar, en nuestro día a día, un horizonte tan alto y pleno de sentido. Pero la vida de personas como Carmen e Isa, con las que Escuelas Católicas trabajó codo con codo en Haití y Guinea Ecuatorial, nos apuntan más arriba.

Pensemos en Isa… ¿cómo si no una mujer guapa, inteligente, simpática, de buena familia, en una ciudad del primer mundo, decide entregar su vida de semejante manera? ¿por qué no abandonar Haití después del terremoto ante la dureza y continuidad en el tiempo de los esfuerzos y sacrificios? ¿por qué convivir con la amenaza, el miedo, el sufrimiento y el dolor? ¿quién es capaz de dar sentido, tanto sentido, a todo eso? Solo una mirada de fe a Cristo Crucificado, hoy también en los más pobres, es capaz de explicarlo. Sí, lo explica. Otra cosa es que nosotros no lo lleguemos a entender del todo o no seamos capaces de asumir lo que eso puede significar en nuestra vida.

Es algo más que casualidad. No puede ser solo casualidad. Esta misteriosa vinculación de entrega entre Carmen e Isa, no es producto de una mera coincidencia. Así lo creo. Por eso siempre tenemos que pedir ojos para saber ver y corazón para saber leer los signos proféticos que ayer, hoy y siempre, acontecen.

En el AVE volviendo con Laura, también del Departamento de Cooperación de Escuelas Católicas, de la misa funeral celebrada en el Colegio San Gervasio de Barcelona recuerdo que conocía a Isa desde sus años en Guinea Ecuatorial, coincidí con ella en alguna visita a Ebebiyín y cuando su destino fue Haití le dije a Laura “ponte en contacto con ella y verás”. Y Laura ha visto, vaya que si ha visto.

Con la emoción de haber saludado a sus hermanos, en especial a Xavier Solà, o haber podido saludar a tantas hermanas de congregación (la superiora general, la Hermana Mónica Joseph; nuestra anterior y por todos tan querida presidenta de Escuelas Católicas, la Hermana Inmaculada Tuset; la Hermana Tesuca Mayorga, miembro del Patronato de la Fundación de Religiosos para la Salud), pienso en todos ellos y surge en mí la confianza en que Isa y Carmen sabrán seguir velando por tanto amor sembrado.

Otro día habría que escribir sobre la escuela católica y su relación con todo esto. ¿Qué vivió Isa en su colegio que le llevó a entregar su vida? ¿Qué experiencia de fe fue acompañada, en otros ámbitos también, pero también en el colegio? ¿Qué valores de compromiso y opción por los pobres recibió en su educación? Como dice el artículo publicado en El País “De San Gervasio (barrio bien de la ciudad Condal) a Puerto Príncipe”. Una escuela católica es capaz de estar en la periferia con los pobres no solo cuando sus cimientos físicos están en un barrio marginal, sino también cuando es capaz de meter en el cimiento de su proyecto educativo y vocacional, esté donde esté la escuela, la opción por los pobres.

Es tarde. Me llega un “whatsapp” de las hermanas de Jesús María que han ido a Haití para organizar el funeral y hacerse cargo de los restos mortales de Isa. Me dicen que hoy la han podido preparar y rezar con y junto a ella. Las lágrimas no me dejan escribir.

Javier Poveda
Director del Departamento de Cooperación de Escuelas Católicas
(Texto escrito el 6 de septiembre de 2016)