Ante el deterioro evidente que nos transmiten los medios de comunicación de la actividad parlamentaria (Congreso de los Diputados y Senado), el mundo educativo, por muchas razones, no puede permanecer en silencio.

Estamos asistiendo impasibles al resultado de estrategias políticas que ponen en primer plano el insulto y los ataques personales, dejando de lado el debate sereno y equilibrado para buscar juntos las mejores decisiones para responder a los retos que en estos momentos tiene España. La violencia verbal y gestual, de momento, sustituyen al diálogo, y las barbaridades son coreadas y aplaudidas por los unos y los otros, lo que les convierte a todos en cómplices de un comportamiento cívico indecoroso e indigno de los representantes del pueblo español. 

Desde el punto de vista ético se echa de menos la presencia en el Parlamento de políticos cabales, que desde su integridad e inteligencia y de manera transversal puedan promover otro tipo de comportamiento más respetuoso. Y que sean capaces de plantear a sus directivas un cambio de tono y de actitudes. Esto no significa ni mucho menos pasteleo, ni minimizar las lógicas diferencias, sino capacidad de argumentar y responder al otro sin necesidad de destruirlo. En estos momentos no existe ningún diálogo creativo, sino monólogos cruzados con bastante violencia, y gestos cuanto menos indecorosos. El anti-diálogo por excelencia.

El estupendo quehacer político, velador del bien común de todos, está en estos momentos en un nivel vergonzoso, lo cual le hace perder credibilidad ante una ciudadanía que asiste atónita a estos evitables espectáculos cada vez más bochornosos. Y la onda expansiva de estas actuaciones de nuestros parlamentarios y senadores no se queda en el interior de sus propios edificios, sino que tiene reflejo en los parlamentos autonómicos, diputaciones y ayuntamientos, envenenando la necesaria y sana vida política. Y, por supuesto, complica la tarea de los educadores que cada día intentan transmitir los valores de la aceptación del otro como diferente, del diálogo creativo, del respeto a la persona. Los políticos que nos representan a todos deberían cuanto menos ser modélicos en esas actitudes. En ellos debería mirarse cualquier ciudadano, cualquier niño o niña, alumno o alumna de nuestros centros educativos para aprender lo que significa trabajar por el bien común de la sociedad, sin embargo en estos momentos, con su comportamiento, están haciendo un daño irreparable a las comunidades educativas. Y probablemente luego se extrañarán de la desafección de la política de los jóvenes.

Señoras y señores diputados y diputadas; senadoras y senadores, rectifiquen, vuelvan al cauce de la serenidad y el sosiego. Planteen debates serios sobre los problemas reales, que interesan a los ciudadanos. Sus juegos florales son nefastos para la educación, ya que devalúan el empeño de muchos profesionales que creen en tantos valores que ustedes, que deberían ser modélicos, destruyen con sus estrategias políticas. 

José Luis Ferrando Lada
Presidente Fundación Educativa Franciscanas de la Inmaculada