Y ya vamos por la segunda Semana Santa en pandemia, no podemos decir que esta vez nos haya pillado por sorpresa. Hemos tenido todo un año para estar preparados y haber aprendido a Adentrarnos en la Pasión de una forma diferente experimentando un amor que hermana, un amor que se entrega, un amor que sabe acompañar en el dolor y un amor que no se rinde ante el vacío y el sinsentido y levanta la mirada esperanzada hacia la Vida.

Quizá estos días nos puedan ayudar a adentrarnos en la experiencia del encuentro con un Jesús más humano, necesitado de la presencia del otro, un Jesús que comparte con sus amigos el pan y la alegría, pero que también necesita de ellos su apoyo y su fuerza para poder recorrer todo un camino de dolor, miedo e incertidumbre.

Si nos adentramos en el proceso que tuvo que hacer Jesús en esos últimos días recordamos que convocó una última cena. Nuestra vida también está llena de últimas veces… que llegan sin avisar. La oportunidad de saber que es la última vez que algo sucede en la vida, nos puede llenar de posibilidades, de quitarnos el miedo a vivir con plenitud, a expresar y mostrar nuestro verdadero ser y querer. Jesús, en esa última cena, elige dejarnos el legado de su vida en un gesto de Amor y de Humildad, en un partir y compartir el pan, en un agacharse para servir al otro.

Y tras la mesa compartida Jesús nos invita a seguir acompañándole en Getsemaní, en sus dudas e incertidumbres, en el miedo a que todo haya sido para nada, a la carencia de sentido de una vida entregada a los demás. En la oscuridad de la noche Jesús reza al Padre y en Él vierte su tristeza y su angustia, en Él deja su desconsuelo y el temor a no ser capaz de seguir adelante con la misión que daba sentido a su vida.

Y Jesús es entregado. Se entrega a su misión hasta las últimas consecuencias… Por nosotros carga una cruz impuesta. Pero aún aplastado por el peso de la cruz, Jesús vuelve a ser testimonio y ejemplo: acepta lo que está ocurriendo; lo toma sobre sí; aunque cae varias veces, vuelve a levantarse; sigue cruzando miradas y gestos; se deja ayudar; y hasta en el último momento nos sigue hablando de amor y de perdón. Aun con su muerte, nos habla de vida.

No tengamos miedo de acompañar a Jesús y a aprender a acompasar nuestro paso con el suyo. Adentrémonos con él en la Pasión que marcó su vida. Pasión por el ser humano, pasión por fomentar el encuentro, pasión por acompañar procesos de vida, pasión por enseñar nuevos caminos, pasión por el cuidado y por el detalle, pasión por dar cabida a todos, pasión por aprender, pasión por estar atentos a las necesidades del otro, pasión por crecer juntos, pasión por una vida de entrega, pasión por un mundo más justo. Pasión por la vida.

Mayte Navarro Arenas
Red de Centros Educativos Santa Ana