Acompañar significa estar o ir en compañía de otro. También compartir un afecto o un estado de ánimo. A los equipos directivos les corresponde la tarea de estimular vínculos afectivos sólidos entre los profesores, lo que incluye tanto el manejo de los grupos afines o colaboradores como los de “stoppers” o “sumideros de malestares”, sin olvidar a los “lobos solitarios”. ¿Cómo estimular esos vínculos? Valorando no solo los objetivos, también lo relacional e invirtiendo en tiempos y espacios para la reflexión pedagógica conjunta y para afrontar y gestionar los conflictos que antes o después surgirán. Esos espacios de expresión y comunicación no siempre son efectivos. A menudo se habla sobre algo, se aprovecha erróneamente para informar o discutir acerca de algo relacionado con la actividad escolar, los profesores hablan entre sí, pero nunca se llega al fondo de los asuntos. Es un “bla, bla, bla” que podemos reconocer porque suele acabar echando las culpas y responsabilidades a otros. Tampoco lo son cuando no se logran superar los juegos verbales de manipulación con los que vertemos nuestras exigencias de unos para con otros. O cuando no vamos más allá de los “debe-ismos” diciendo que debiéramos ser diferentes, hacer esto o lo otro, constantemente insatisfechos con lo que somos. Lo único que al final se muestra efectivo es llegar a una expresión honesta de aquello de lo que nos damos cuenta, bien conectados con lo que sentimos en el momento, expresando de forma directa lo que queremos unos de otros, sintiéndonos acogidos en lugar de juzgados, seamos colaboradores o stoppers, comprendiendo qué nos lleva a ser de los unos o de los otros, cuáles son las necesidades, valores, intereses, inseguridades, heridas y resentimientos subyacentes. Eso sí puede llevar a cambios significativos personal y grupalmente.

Escuelas Católicas también puede jugar un papel muy importante como organismo facilitador de espacios y tiempos para la reflexión pedagógica conjunta y en el acompañamiento a los docentes en su carrera personal y vocacional; en este caso, facilitando el encuentro para la expresión y la comunicación entre docentes de distintos centros. El hecho de encontrarte con docentes que no son los de tu colegio genera un entorno y un clima diferente al que se produce entre profesores del mismo centro, y esto también podría aprovecharse.

Esta forma de crear lazos, esta relación profesional, positiva y humana facilitada de forma adecuada, permite un acompañamiento mutuo entre docentes que resulta altamente eficiente. Lo es porque se realiza entre compañeros que fácilmente lograrán empatizar contigo y porque se construye desde la práctica real y experiencial del día a día de los docentes. Y esto incluye tanto a los que se encuentran a gusto como a los que se encuentran a disgusto.

Evidentemente, este acompañamiento requiere un nivel suficiente de conocimientos, habilidades y necesariamente actitudes de competencia emocional por parte de los que coordinen o faciliten estos encuentros. Porque más allá de compartir lo que le pasa, el docente comparte cómo vive eso que le pasa, es decir, qué emociones le hace sentir. Nuestras emociones son mensajes relacionados con nuestro bienestar e incluso nuestra supervivencia y siempre orientados hacia nuestra salud (L. Greenberg). En este caso, nos informan acerca de nuestra adaptación al medio escolar y a las distintas situaciones que se viven en él. Cuando mis necesidades, intereses o valores están suficientemente satisfechos al realizar mi labor docente, aparecen emociones de agrado (positivas), cuando no, de desagrado (negativas, pero en un sentido de salud, no moral). Esa satisfacción o insatisfacción suele estar ligada al trabajo inmediato. Por ejemplo, la del profesor/a de Infantil, suele estar ligada con la satisfacción con sus compañeras/os de etapa, con su coordinador/a y con sus alumnos. Luego, esta satisfacción o malestar se extenderá a esferas más amplias: a la dirección, al centro…

La calidad de la comunicación marcará la calidad de la vida dentro del centro y de las relaciones. Por ello, un buen y sistemático acompañamiento a los docentes en su carrera profesional y vocacional que redunde en un mayor bienestar docente, supondrá la implementación de una dinámica de mejora continua en la calidad de la vida en el centro.

Este acompañamiento es una tarea que realizo individualmente en mi despacho de terapia-coaching-mediación, y también de forma grupal e individual dentro de los colegios, utilizando espacios y tiempos en los que los docentes se expresan, comparten cómo viven lo que les pasa día a día en el centro y donde pueden auto-comprenderse, apoyarse y acompañarse mutuamente.

Iñaki Lascaray
Ponente del XV Congreso de Escuelas Católicas “#Magister. Educar para dar vida”