En este mes de agosto he tenido la suerte de poder contemplar durante horas el mar en sus muchas variantes.
En la playa de Malgrat de Mar, mi lugar en el mundo, he podido crecer observando esa línea de horizonte de izquierda a derecha, sin nada que impida o entorpezca esa finitud. Se dice que la gente de mar tenemos facilidad para soñar y reflexionar porque venimos de generaciones que se han imaginado qué habría más allá de esa línea. Quizá esa imaginación, acompañada por un chin de inconformismo y también de necesidad, ha hecho que quisiéramos desanclar barcos, desplegar velas, ir mar adentro, buscar otras tierras, conocer gente y abrirnos a otras culturas.